24/07/2019, 15:01
— Es curioso. Hasta que mi alumno Kazuma me trajo hasta aquí, no había escuchado de este lugar. Debo admitir que no visito con frecuencia la capital. Desde luego, ahora me arrepiento mucho — comentó Juro, con una sonrisa —. ¿Cuánto tiempo llevais funcionando?
—Pocos nos conocen, puesto que este es un lugar sencillo y algo peculiar —señalo, con una sonrisa de abundante complicidad—. Mi señora esposa, que en paz descanse, y yo lo construimos hace diez y siete años, luego de que nacieran las niñas.
»Ella era de fuera de la ciudad y deseaba darle a los visitantes un sitio hogareño y tranquilo en el cual descansar… aunque quizás se le fue la mano con aquello de tranquilo —dijo para luego dejar de escapar un leve carcajada.
—Así es, aunque fue hace unos años cuando papa se resignó a dejarnos llevar el albergue junto con él —confeso, Amu-Daria.
—Ustedes tenían talento para ser ninjas, me hubiese gustado que utilizaran sus mejores años para recorrer el mundo y conocer gente nueva.
—Quizás sea la resistencia al cambio, pero no creo que tengamos madera de ninja, padre —reprocho.
—Yo creo que es cuestión de perspectiva: si yo, que no tenía ninguna habilidad especial, pude convertirme en ninja, estoy seguro de que ustedes con sus facultades podrían hacerlo sobradamente —señalo el joven peliblanco—. Pero no necesitan creerme a mí, pueden preguntarle a mi sensei, que es todo un experto.
»¿Cierto, sensei?
—Pocos nos conocen, puesto que este es un lugar sencillo y algo peculiar —señalo, con una sonrisa de abundante complicidad—. Mi señora esposa, que en paz descanse, y yo lo construimos hace diez y siete años, luego de que nacieran las niñas.
»Ella era de fuera de la ciudad y deseaba darle a los visitantes un sitio hogareño y tranquilo en el cual descansar… aunque quizás se le fue la mano con aquello de tranquilo —dijo para luego dejar de escapar un leve carcajada.
—Así es, aunque fue hace unos años cuando papa se resignó a dejarnos llevar el albergue junto con él —confeso, Amu-Daria.
—Ustedes tenían talento para ser ninjas, me hubiese gustado que utilizaran sus mejores años para recorrer el mundo y conocer gente nueva.
—Quizás sea la resistencia al cambio, pero no creo que tengamos madera de ninja, padre —reprocho.
—Yo creo que es cuestión de perspectiva: si yo, que no tenía ninguna habilidad especial, pude convertirme en ninja, estoy seguro de que ustedes con sus facultades podrían hacerlo sobradamente —señalo el joven peliblanco—. Pero no necesitan creerme a mí, pueden preguntarle a mi sensei, que es todo un experto.
»¿Cierto, sensei?