24/07/2019, 15:49
La noche cayó sobre ellos como la manta de invierno negra de una buena madre. Sólo alumbrados por la escasa luz de la luna que entraba por el ventanuco del camarote, los tres se sumieron en un profundo sueño mientras el barco apenas comenzaba su larga travesía a través del mar oscuro, que brillaba con destellos blancos. Las aguas eran tranquilas y el capitán experto. El suave balanceo del navío les meció como una nana.
Apenas comenzaba a salir el sol. Tapado por los nubarrones blancos, proporcionaba una escasa claridad mientras él permanecía escondido. Katsudon se dio la vuelta y quedó panza arriba. No pasó mucho tiempo hasta que los intensos ronquidos despertasen a Reiji.
Si echaba un vistazo alrededor, le sería muy fácil notar la ausencia de alguien. Yuuna no estaba. Sí su mochila. No su espada.
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Apenas comenzaba a salir el sol. Tapado por los nubarrones blancos, proporcionaba una escasa claridad mientras él permanecía escondido. Katsudon se dio la vuelta y quedó panza arriba. No pasó mucho tiempo hasta que los intensos ronquidos despertasen a Reiji.
Si echaba un vistazo alrededor, le sería muy fácil notar la ausencia de alguien. Yuuna no estaba. Sí su mochila. No su espada.
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