18/11/2015, 18:51
El chico se debatía entre la vida y la muerte, sus opciones no hacían mas que reducirse a una, y la cosa no parecía querer ponerle fácil la decisión. Todo apuntaba a que o peleaba o moría, pues escapar le sería difícil, y hablar como una persona hecha y derecha no parecía ser de lo más útil.
Entre palabras, Juro intentaba aún convencer al albino de que debían actuar, pero no quería muertes. Decía que podían salvar todas las vidas... realmente estaba en lo cierto. Una idea le vino de pronto a la cabeza, ese chico era todo un visionario. Ésta ocasión era perfecta para poder cumplir parte de su objetivo, y para colmo de manera justificada. Era perfecto. En cuanto se lo dijo, hasta su rostro cambió, dibujándose en él una sonrisa picaresca a la par que llevaba su mirada hacia la mesa de su lado.
— Tienes toda la razón, Juro. Voy a arreglar ésta situación, espera aquí, ¿vale? Con palabras todo se puede arreglar. —
El chico avasallado se encontraba ya en una posición mas que defensiva, había saltado a la silla, y casi al instante a la mesa. Se agazapó, y se disponía con un sello mantenido, esperando seguramente al momento propio para usarlo. Sin duda, había de ser shinobi. En fin, detalles sin importancia...
La mirada de todos los que rodeaban al chico dejaron de lado al que supuestamente iban a secuestrar, irguiéndose a uno que se disponía con parsimonia a romper el circulo perfecto. El albino se colocó entre medio de dos de esos matones, y pasó la mano por los hombros del que se encontraba a su izquierda, así como dejó caer la mano diestra sobre el hombro del que se encontraba a su derecha. Ésta última mano no llegó a pasar hacia el otro lado, se quedó casi a ras de su cuello, sin parecer en ningún momento un gesto amenazador.
El silencio se hizo por un instante, instante de discordia que hacía destacar claramente al chico de cabellera incolora. Él sin embargo parecía de lo mas tranquilo, y mostraba una reluciente y fría sonrisa.
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
La crítica de la chica se alzó ante el resto, con un toque de clara ira hacia éste. No era de extrañar.
De pronto, un reguero de color carmesí salpicó a los hombres que se encontraban a su derecha, así como a la chica. Los ojos de la mayoría se abrieron como platos al verlo, el hombre que tenía a su derecha se quedó hasta sin palabras. De hecho, ese hombre quedó hasta sin traquea, pues en un gesto cruel y despiadado, el albino había activado el sistema portakunai de su antebrazo derecho.
Sin dejar tiempo a respirar, el albino llevó su diestra rápidamente hacia su izquierda, hincando el arma de su antebrazo al individuo que se encontraba en esa posición, el cual fue arrastrado al desastre gracias al brazo izquierdo del Senju. El chico sintió como el metal se hundía en su cuenca ocular hasta llegar a tocar el hueso, tras ello, deshizo el movimiento. Ambos cuerpos cayeron al suelo a peso de plomo.
Entre tanto, el chico hizo por sacudir la mano diestra, escurriendo la sangre que le había manchado, así como haciendo mueca de que ese artilugio del antebrazo no iba del todo bien.
— Dios! Ésta cosa me trae de los nervios, se abre siempre en lo momentos mas inoportunos... — Se quejó el Senju. — ¿Ves? Con palabras se entiende la gente... —
El albino se torció para avisar a su compañero de comida de lo cierto que era eso. Desgraciadamente para las víctimas, era una ironía.
No tardarían un segundo mas en atacar al albino, ahora él se había convertido sin duda en el centro de atracción. Quizás por la discordia, por que lo había confundido con un vagabundo a causa de sus ropas, o fuere por lo que fuere no le habían atacado sin piedad desde un principio. Ese había sido un gran error por parte de esos idiotas.
Entre palabras, Juro intentaba aún convencer al albino de que debían actuar, pero no quería muertes. Decía que podían salvar todas las vidas... realmente estaba en lo cierto. Una idea le vino de pronto a la cabeza, ese chico era todo un visionario. Ésta ocasión era perfecta para poder cumplir parte de su objetivo, y para colmo de manera justificada. Era perfecto. En cuanto se lo dijo, hasta su rostro cambió, dibujándose en él una sonrisa picaresca a la par que llevaba su mirada hacia la mesa de su lado.
— Tienes toda la razón, Juro. Voy a arreglar ésta situación, espera aquí, ¿vale? Con palabras todo se puede arreglar. —
El chico avasallado se encontraba ya en una posición mas que defensiva, había saltado a la silla, y casi al instante a la mesa. Se agazapó, y se disponía con un sello mantenido, esperando seguramente al momento propio para usarlo. Sin duda, había de ser shinobi. En fin, detalles sin importancia...
La mirada de todos los que rodeaban al chico dejaron de lado al que supuestamente iban a secuestrar, irguiéndose a uno que se disponía con parsimonia a romper el circulo perfecto. El albino se colocó entre medio de dos de esos matones, y pasó la mano por los hombros del que se encontraba a su izquierda, así como dejó caer la mano diestra sobre el hombro del que se encontraba a su derecha. Ésta última mano no llegó a pasar hacia el otro lado, se quedó casi a ras de su cuello, sin parecer en ningún momento un gesto amenazador.
El silencio se hizo por un instante, instante de discordia que hacía destacar claramente al chico de cabellera incolora. Él sin embargo parecía de lo mas tranquilo, y mostraba una reluciente y fría sonrisa.
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
La crítica de la chica se alzó ante el resto, con un toque de clara ira hacia éste. No era de extrañar.
De pronto, un reguero de color carmesí salpicó a los hombres que se encontraban a su derecha, así como a la chica. Los ojos de la mayoría se abrieron como platos al verlo, el hombre que tenía a su derecha se quedó hasta sin palabras. De hecho, ese hombre quedó hasta sin traquea, pues en un gesto cruel y despiadado, el albino había activado el sistema portakunai de su antebrazo derecho.
Sin dejar tiempo a respirar, el albino llevó su diestra rápidamente hacia su izquierda, hincando el arma de su antebrazo al individuo que se encontraba en esa posición, el cual fue arrastrado al desastre gracias al brazo izquierdo del Senju. El chico sintió como el metal se hundía en su cuenca ocular hasta llegar a tocar el hueso, tras ello, deshizo el movimiento. Ambos cuerpos cayeron al suelo a peso de plomo.
Entre tanto, el chico hizo por sacudir la mano diestra, escurriendo la sangre que le había manchado, así como haciendo mueca de que ese artilugio del antebrazo no iba del todo bien.
— Dios! Ésta cosa me trae de los nervios, se abre siempre en lo momentos mas inoportunos... — Se quejó el Senju. — ¿Ves? Con palabras se entiende la gente... —
El albino se torció para avisar a su compañero de comida de lo cierto que era eso. Desgraciadamente para las víctimas, era una ironía.
No tardarían un segundo mas en atacar al albino, ahora él se había convertido sin duda en el centro de atracción. Quizás por la discordia, por que lo había confundido con un vagabundo a causa de sus ropas, o fuere por lo que fuere no le habían atacado sin piedad desde un principio. Ese había sido un gran error por parte de esos idiotas.