18/11/2015, 21:37
“Un poco más, un poco más…” Datsue tensó los músculos de las piernas y se preparó para el salto, pero se detuvo justo en el momento en que percibió movimiento por el rabillo del ojo. Uno de los clientes se había levantado, el albino, uniéndose a aquel particular coro de matones.
“¿Otro más al que vencer? Venga ya… ¿Es que no bastaban ocho?”
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
Datsue no dio crédito a lo que sucedió después. En un abrir y cerrar de ojos, la sangre estaba corriendo sobre el suelo. Pero no era la suya, sino la de sus enemigos. Una inesperada ayuda que no dudaría en agradecer más tarde, cuando se recuperase del susto. El albino continuó hablando, pero el Uchiha no era capaz de escucharle. Era la primera vez que veía un asesinato. La facilidad y frialdad con la que el albino lo había hecho parecía irreal, como si ante sus ojos tan sólo estuviese viendo una obra de teatro. Esperó unos segundos a que se bajase el telón y confirmasen que todo era una broma, una simple broma de mal gusto orquestada por algún malnacido de La Ribera del Sur. Pero nada de eso sucedió.
“Reacciona, estúpido” Aquello era real. Aquello era su oficio, el pan de cada día de un shinobi. Y, si quería sobrevivir, tenía que empezar a habituarse.
Giró sobre sus talones y observó los rostros estupefactos de sus adversarios. Realizó los tres simples sellos del Gōkakyū y expulsó una llamarada de tres metros de ancho sobre aquellos incautos, esperando calcinar al menos a dos.
“¿Otro más al que vencer? Venga ya… ¿Es que no bastaban ocho?”
— Oye, oye, oye... Sé que lo estáis pasando genial y todo eso, casi parece una auténtica fiesta, pero... Creia que ésto era un lugar para comer... y éste chico se ha subido a una mesa. ¿No os estáis pasando? ¿En mi mesa se ha subido alguien también? Espero que al menos la hayáis limpiado correctamente. — Platicó el Senju.
El silencio se rompió con las palabras del albino, para dar comienzo a un claro bullicio de discordia. Unos se preguntaban a otros, ¿Quién carajos era? ¿Qué coño dice? ¿Y éste tío?
— ¿Qué cojones dices, vagabundo? —
Datsue no dio crédito a lo que sucedió después. En un abrir y cerrar de ojos, la sangre estaba corriendo sobre el suelo. Pero no era la suya, sino la de sus enemigos. Una inesperada ayuda que no dudaría en agradecer más tarde, cuando se recuperase del susto. El albino continuó hablando, pero el Uchiha no era capaz de escucharle. Era la primera vez que veía un asesinato. La facilidad y frialdad con la que el albino lo había hecho parecía irreal, como si ante sus ojos tan sólo estuviese viendo una obra de teatro. Esperó unos segundos a que se bajase el telón y confirmasen que todo era una broma, una simple broma de mal gusto orquestada por algún malnacido de La Ribera del Sur. Pero nada de eso sucedió.
“Reacciona, estúpido” Aquello era real. Aquello era su oficio, el pan de cada día de un shinobi. Y, si quería sobrevivir, tenía que empezar a habituarse.
Giró sobre sus talones y observó los rostros estupefactos de sus adversarios. Realizó los tres simples sellos del Gōkakyū y expulsó una llamarada de tres metros de ancho sobre aquellos incautos, esperando calcinar al menos a dos.