31/07/2019, 04:41
En su intento de curiosear de que iba esa competencia, la joven Aburame percibió una risotada detrás de ella: —JAJAJA allá va el cagapalos de Liu.— Comentaba un hombre joven descojonándose de la risa. Se refería al que había quedado descalificado y sacaron de emergencia. — A ver, que al menos intentó ganarse esas vacaciones para estar con Haruko. — Respondió otro que lo acompañaba. — Esa mujer suya es un moco, joder. No lo vale… — Seguidamente, los interlocutores se desplazaron y el dialogo entre estos se difuminó entre la concurrencia de voces.
Cuando Mei estaba cerca, la señora bajó con prisa los escasos escalones al encuentro con ella — Niña, pero cómo has crecido ¿Ah? — La tomó de las manos mirándola de arriba a abajo, y con una sonrisa incrédula por el paso de los años — Eres idéntica a Naoko ¿Cómo me voy a olvidar? — La mujer mantenía ese semblante desbordante de alegría. Ella vestía un kimono sencillo de color marrón, con una cinta ceñida a la cintura que permanecía oculta tras un delantal de cocina, que tenía bordado lo parecía ser una especie flor de aspecto peculiar. Su largo cabello entre castaño y canoso iba amarrado con una cola hasta la altura de los omóplatos
— Vamos para adentro, anda. Estoy segura de que debes tener hambre. — La invitó o, más bien, la comprometió, sin prestar atención si realmente le apetecía pasar a comer. Ella se dio la vuelta para retornar al local, pero fue sorprendida por una persona encarándola directamente. Se trataba de aquel chico que pasó viajando días a pie por climas inclementes solo para estar presente en aquella competencia.
— Onome-obasan… — Kouji acompañaba el saludo con una pequeña reverencia, quizá rayando más en la condescendencia que en el respeto.
— Kouji-san. — Onome cambió su actitud cordial y afable repentinamente, ahora tornándose inexpresiva. —¿Qué te trae por aquí?— Preguntó con hipocresía. Ella sabía perfectamente sus intenciones.
—Vengo a participar en el concurso este año también. Tuve algunos problemas durante el viaje…— Mintió — y por eso me he retrasado un poco, pero entiendo que este percance no debería repres…— La mujer lo interrumpió súbitamente. — NO, NO, NO, NO…— Ahora pasaba a estar algo exaltada de ánimo. —No me vengas con vueltas otra vez. La competencia ya empezó y ya la primera ronda está por terminarse. — Señaló donde estaban los comensales. Entre ellos, era evidente que ganaría aquel (¿o aquella?) con sobrepeso y pelo malo, que estaba a muy pocas cucharadas de una la victoria avasallante. — No puedes participar. — Sentenció.
— … — Algunos rayos de sol se abrieron paso entre las nubes y tocó la luz solar la piel del muchacho a medida que esta comenzaba a esparcirse por todo el paisaje. Mientras tanto, el de La Lluvia, descorazonado. — ¿Al menos puedo quedarme para la comida?— Sacó ánimo de algún lado para levantar la voz otra vez. — Esto es un puesto de comida, solo entra y pide lo que quieras. Eso sí, tienes que esperar a que se termine esta ronda. — Contestó, al mismo tiempo indicándole que se hiciera a un lado para dejarla pasar. Él se apartó de la entrada y la Tía Onome, antes de regresar al recinto, volvió el cuerpo hacia Mei para invitarla a pasar amistosamente. Seguidamente subió los escalones con la intención buscar una mesa.
El chico de Amegakure aún se hallaba ensimismado frente al puesto de comida, y probablemente pasaría varios segundos así tratando de procesar lo que la histriónica tía tuvo que decirle.
Cuando Mei estaba cerca, la señora bajó con prisa los escasos escalones al encuentro con ella — Niña, pero cómo has crecido ¿Ah? — La tomó de las manos mirándola de arriba a abajo, y con una sonrisa incrédula por el paso de los años — Eres idéntica a Naoko ¿Cómo me voy a olvidar? — La mujer mantenía ese semblante desbordante de alegría. Ella vestía un kimono sencillo de color marrón, con una cinta ceñida a la cintura que permanecía oculta tras un delantal de cocina, que tenía bordado lo parecía ser una especie flor de aspecto peculiar. Su largo cabello entre castaño y canoso iba amarrado con una cola hasta la altura de los omóplatos
— Vamos para adentro, anda. Estoy segura de que debes tener hambre. — La invitó o, más bien, la comprometió, sin prestar atención si realmente le apetecía pasar a comer. Ella se dio la vuelta para retornar al local, pero fue sorprendida por una persona encarándola directamente. Se trataba de aquel chico que pasó viajando días a pie por climas inclementes solo para estar presente en aquella competencia.
— Onome-obasan… — Kouji acompañaba el saludo con una pequeña reverencia, quizá rayando más en la condescendencia que en el respeto.
— Kouji-san. — Onome cambió su actitud cordial y afable repentinamente, ahora tornándose inexpresiva. —¿Qué te trae por aquí?— Preguntó con hipocresía. Ella sabía perfectamente sus intenciones.
—Vengo a participar en el concurso este año también. Tuve algunos problemas durante el viaje…— Mintió — y por eso me he retrasado un poco, pero entiendo que este percance no debería repres…— La mujer lo interrumpió súbitamente. — NO, NO, NO, NO…— Ahora pasaba a estar algo exaltada de ánimo. —No me vengas con vueltas otra vez. La competencia ya empezó y ya la primera ronda está por terminarse. — Señaló donde estaban los comensales. Entre ellos, era evidente que ganaría aquel (¿o aquella?) con sobrepeso y pelo malo, que estaba a muy pocas cucharadas de una la victoria avasallante. — No puedes participar. — Sentenció.
— … — Algunos rayos de sol se abrieron paso entre las nubes y tocó la luz solar la piel del muchacho a medida que esta comenzaba a esparcirse por todo el paisaje. Mientras tanto, el de La Lluvia, descorazonado. — ¿Al menos puedo quedarme para la comida?— Sacó ánimo de algún lado para levantar la voz otra vez. — Esto es un puesto de comida, solo entra y pide lo que quieras. Eso sí, tienes que esperar a que se termine esta ronda. — Contestó, al mismo tiempo indicándole que se hiciera a un lado para dejarla pasar. Él se apartó de la entrada y la Tía Onome, antes de regresar al recinto, volvió el cuerpo hacia Mei para invitarla a pasar amistosamente. Seguidamente subió los escalones con la intención buscar una mesa.
El chico de Amegakure aún se hallaba ensimismado frente al puesto de comida, y probablemente pasaría varios segundos así tratando de procesar lo que la histriónica tía tuvo que decirle.
— Hablo « Pienso »
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