1/08/2019, 05:32
Rōga soltó una estruendosa risotada ante las palabras de Mei a la vez que daba manotazos a la mesa, principalmente, porque ella seguía recurriendo a los mismos argumentos baratos que la última vez, aún cuando él le dijo que no estaba para nada interesada en ella, muy divertido. "Es que se hunde solita" Jugarle en contra a palabras a Yotsuki, era muy difícil. Era cínico y no tenía reparos en admitir que cuando quería ser un abusivo, era uno muy despreciable.
—Ay par favar, ¿tengo cara de tener edad para andar preocupándome por mujeres?— En realidad, tenía un par de años menos de los que realmente aparentaba. —¿Te gusta cambiar la versión eh? La que se fue con cara de tomate porque no te quise seguir el jueguito fuiste vos— Puso su mano delante de sí en un ademán de intentar tapar su maléfica sonrisa.
Seguía siendo un niñato de once, aunque era uno bastante pícaro y atrevido, con muchas costumbres inapropiadas, pero que eso no le quitaba que apenas hubiese abandonado sus años de inocencia.
—Y no, no soy el mesero, yo no dejaría que una cualquiera vestida de ofrecida se sentara en mi restaurante— fijó los ojos en los senos de Mei mientras tiraba la carta al centro de la mesa. —Y yo que creía que este era un sitio de altura, mejor zafo— Se daría la vuelta cómo si quisiera irse, pero seguiría observando a la chica por el rabillo del ojo cómo medida de precaución.
Estaba más que satisfecho con lo dicho. Ya si ella quería rebatirle algo, iba a sacar artillería pesada. "Si ella no fuera tan pedante, yo no tendría que estar aquí metido en esta bronca. Hay cosas más importantes que podría reclamarle, pero ni siquiera se merece que me esfuerce por ella." Mantenía aún la guardia alta.
—Ay par favar, ¿tengo cara de tener edad para andar preocupándome por mujeres?— En realidad, tenía un par de años menos de los que realmente aparentaba. —¿Te gusta cambiar la versión eh? La que se fue con cara de tomate porque no te quise seguir el jueguito fuiste vos— Puso su mano delante de sí en un ademán de intentar tapar su maléfica sonrisa.
Seguía siendo un niñato de once, aunque era uno bastante pícaro y atrevido, con muchas costumbres inapropiadas, pero que eso no le quitaba que apenas hubiese abandonado sus años de inocencia.
—Y no, no soy el mesero, yo no dejaría que una cualquiera vestida de ofrecida se sentara en mi restaurante— fijó los ojos en los senos de Mei mientras tiraba la carta al centro de la mesa. —Y yo que creía que este era un sitio de altura, mejor zafo— Se daría la vuelta cómo si quisiera irse, pero seguiría observando a la chica por el rabillo del ojo cómo medida de precaución.
Estaba más que satisfecho con lo dicho. Ya si ella quería rebatirle algo, iba a sacar artillería pesada. "Si ella no fuera tan pedante, yo no tendría que estar aquí metido en esta bronca. Hay cosas más importantes que podría reclamarle, pero ni siquiera se merece que me esfuerce por ella." Mantenía aún la guardia alta.