11/08/2019, 00:04
Cucurbita era igual de mona por dentro que por fuera. Ayame seguía siendo muy amable, y Ranko seguía rezando no incomodarla en ningún momento. El hombre canoso del vestíbulo las recibió y saludó con propiedad y alegría. El lugar no parecía estar muy lleno, por lo que la Kusajin estimó no tendría mucho problema. Ayame la presentó (”A… ¿Amiga?” pensó, con cierta calidez en su rostro) y explicó que era sólo la de la trenza que requería un espacio.
—S-sí. E-ehm… Ah… M-Me llamo Sagisō Ra… Ranko. Quisiera… Ahm… Quisiera una habitación. S-sencilla está bien. Creo… Creo que será para dos n-noches.
Mientras hablaba, Ranko jugueteaba con sus dedos. Respiró. El hecho de que la chica de la luna la estuviese viendo con pena le daba más pena. Respiró.
—¿Cuándo…? —Respiró —. ¿Cuánto s-sería?
”Todo iba bien, Ranko, no te alteres de más. Respira de nuevo.”
Respiró.
—S-sí. E-ehm… Ah… M-Me llamo Sagisō Ra… Ranko. Quisiera… Ahm… Quisiera una habitación. S-sencilla está bien. Creo… Creo que será para dos n-noches.
Mientras hablaba, Ranko jugueteaba con sus dedos. Respiró. El hecho de que la chica de la luna la estuviese viendo con pena le daba más pena. Respiró.
—¿Cuándo…? —Respiró —. ¿Cuánto s-sería?
”Todo iba bien, Ranko, no te alteres de más. Respira de nuevo.”
Respiró.
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