17/08/2019, 04:42
—Awww— emití una especie de gemido que en mi mente debía sonar tierno, pero no estaba del todo segura —. Me encantaría ver los cambios que harías, tienes un estilo único— y lo decía con total sinceridad, solo con ver la vestimenta de Kokona hasta un ciego se daría cuenta de que tenía buen gusto, un toque exótico quizás, lo que la hacía más llamativa aún.
—Entonces me atreveré a ser parte del control de calidad— reí con complicidad —. ¿A las cuatro?— dudé, recordaba haber visto un reloj en el restaurante, así que lo busqué con la mirada «faltan dos horas todavía, creo que me dará chance» —. Si me parece bien.
—Estupendo, antes de venir al hotel vi algunas prendas y vestidos que me gustaron mucho, quiero seguir caminando un poco para ver que se puede encontrar, me gustan los objetos únicos y raros como a ti, así que pasaremos una tarde genial, de eso no hay duda.— volteé a ver a la mesa en dónde se encontraba mi madre, quien tenía los ojos clavados en nosotras —. Será mejor que no siga haciendo esperar a mi madre, nos vemos luego— agarré dos platos y una bandeja, llené la cerámica de lo primero que se me ocurrió y partí directo a dónde la Aburame.
—¿Quien es?— no dudó en preguntar mi madre cuando me senté en la mesa.
—. Es la mujer que te conté, la que estaba en el casino en Tanzaku Gai.
—¿Mokona?
—Kokona— corregí, después empezar a comer.
El almuerzo transcurrió con normalidad, no habría mucho de que hablar, del viaje, del hotel, de lo que haríamos...
La puerta del cristal se abrió para mi, atravesé el portal vistiendo un pantalón ceñido al cuerpo, negro, rasgado con las rodillas, un suéter azul oscuro, grueso, de esos que tienen capucha y un bolsillo central, en el dorso del mismo destacaban las siluetas de alas, como sí fuesen a salir de mi espalda, mis pies estaban protegidas por una botas de negras también, con un tacón pequeño y con un cierre metálico frontal. Mi melena caía sin alzarse, no había rastro de aquellos dedos esqueléticos y en mis orejas no destacaban las calaveras, esta vez brillaban unas rosas metálicas, de tamaño pequeño; en mi mano descansaba una cartera única, era una autentica calaverica, bueno metálica, brillante, con asas metálicas también, con un poco de escarcha plateada en algunos lugares para tapar la tela negra de fondo. Lo único que no había variado era aquel aroma que solía usar.
Me adelanté hasta el centro del lugar y me senté en una de las sillas, había llegado antes de lo acordado.
—Entonces me atreveré a ser parte del control de calidad— reí con complicidad —. ¿A las cuatro?— dudé, recordaba haber visto un reloj en el restaurante, así que lo busqué con la mirada «faltan dos horas todavía, creo que me dará chance» —. Si me parece bien.
—Estupendo, antes de venir al hotel vi algunas prendas y vestidos que me gustaron mucho, quiero seguir caminando un poco para ver que se puede encontrar, me gustan los objetos únicos y raros como a ti, así que pasaremos una tarde genial, de eso no hay duda.— volteé a ver a la mesa en dónde se encontraba mi madre, quien tenía los ojos clavados en nosotras —. Será mejor que no siga haciendo esperar a mi madre, nos vemos luego— agarré dos platos y una bandeja, llené la cerámica de lo primero que se me ocurrió y partí directo a dónde la Aburame.
—¿Quien es?— no dudó en preguntar mi madre cuando me senté en la mesa.
—. Es la mujer que te conté, la que estaba en el casino en Tanzaku Gai.
—¿Mokona?
—Kokona— corregí, después empezar a comer.
El almuerzo transcurrió con normalidad, no habría mucho de que hablar, del viaje, del hotel, de lo que haríamos...
En el Restaurante a las 3:50pm
La puerta del cristal se abrió para mi, atravesé el portal vistiendo un pantalón ceñido al cuerpo, negro, rasgado con las rodillas, un suéter azul oscuro, grueso, de esos que tienen capucha y un bolsillo central, en el dorso del mismo destacaban las siluetas de alas, como sí fuesen a salir de mi espalda, mis pies estaban protegidas por una botas de negras también, con un tacón pequeño y con un cierre metálico frontal. Mi melena caía sin alzarse, no había rastro de aquellos dedos esqueléticos y en mis orejas no destacaban las calaveras, esta vez brillaban unas rosas metálicas, de tamaño pequeño; en mi mano descansaba una cartera única, era una autentica calaverica, bueno metálica, brillante, con asas metálicas también, con un poco de escarcha plateada en algunos lugares para tapar la tela negra de fondo. Lo único que no había variado era aquel aroma que solía usar.
Me adelanté hasta el centro del lugar y me senté en una de las sillas, había llegado antes de lo acordado.
Hablo (Aquamarine)
«Pienso»
Akito (Teal)
Naoko (Lightcoral)
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