20/11/2015, 21:01
- Que no mamá... - Decía una chica que traía una máscara con la forma de un cráneo humano y una capucha que le cubría el resto de la cabeza. - Vamos Ritsuko... Sabes que te gustará... - Decía una mujer que resulta que solo habitaba en la mente de la primera ya mencionada.
Hacía muy poco que Ritsuko había llegado a Taikarune, lugar donde había escuchado había un museo de armamento que podría llegar a servirle de inspiración, no para forjar algún arma puesto que desconoce la manera correcta de hacerlo, sino que serviría para ir a hacer algún pedido especial en alguna herrería.
A medida que iba caminando por las calles se pudo dar cuenta de que nadie la miraba raro y tampoco parecían querer evitarla, era un tanto llamativo el nivel con el que la estaban ignorando incluso mientras hablaba relativamente sola. - ¿Será que están acostumbrados...? - Preguntó la mayor mientras seguían abriéndose paso a través del mar de gente.
La sola idea de que así fuese era aceptable, después de todo, los que pasaban cerca parecían demasiado sumidos en sus pensamientos como para fijarse que había una calavera parlante y solitaria en el medio de la muchedumbre. Tan ensimismados en sus pensamientos al igual que la misma calavera que no llegó a reaccionar antes de chocarse con un chico paliducho, algo más bajo que ella y de cabello negro. - Ay... Perdón... - Se apresuró a decir la kunoichi que no pretendía seguir perdiendo su tiempo allí.
Un segundo después del choque, la pelirroja dedicó una mirada con un poco más de atención al chico y se llevó una sorpresa, una bandana de vaya uno a saber qué aldea por culpa del flequillo oscuro y lo que más le llamó la atención a la chica y la llevó a tomarle el rostro con ambas manos. - ¡Mierda, te aplasté la nariz! - Chilló la chica dando a entender que era posible que eso pasara por un simple choque entre dos personas caminando.
- Hospital... ¿Hospital...? - Empezó a balbucear la animada kunoichi que parecía estar por tener un ataque de pánico mientras buscaba con la mirada algún edificio que se asemejara con lo que tenía en mente, aunque el mar de gente no le permitía ver nada y curiosamente, parecía ser que les daba lo mismo lo que estaba pasando allí.
Hacía muy poco que Ritsuko había llegado a Taikarune, lugar donde había escuchado había un museo de armamento que podría llegar a servirle de inspiración, no para forjar algún arma puesto que desconoce la manera correcta de hacerlo, sino que serviría para ir a hacer algún pedido especial en alguna herrería.
A medida que iba caminando por las calles se pudo dar cuenta de que nadie la miraba raro y tampoco parecían querer evitarla, era un tanto llamativo el nivel con el que la estaban ignorando incluso mientras hablaba relativamente sola. - ¿Será que están acostumbrados...? - Preguntó la mayor mientras seguían abriéndose paso a través del mar de gente.
La sola idea de que así fuese era aceptable, después de todo, los que pasaban cerca parecían demasiado sumidos en sus pensamientos como para fijarse que había una calavera parlante y solitaria en el medio de la muchedumbre. Tan ensimismados en sus pensamientos al igual que la misma calavera que no llegó a reaccionar antes de chocarse con un chico paliducho, algo más bajo que ella y de cabello negro. - Ay... Perdón... - Se apresuró a decir la kunoichi que no pretendía seguir perdiendo su tiempo allí.
Un segundo después del choque, la pelirroja dedicó una mirada con un poco más de atención al chico y se llevó una sorpresa, una bandana de vaya uno a saber qué aldea por culpa del flequillo oscuro y lo que más le llamó la atención a la chica y la llevó a tomarle el rostro con ambas manos. - ¡Mierda, te aplasté la nariz! - Chilló la chica dando a entender que era posible que eso pasara por un simple choque entre dos personas caminando.
- Hospital... ¿Hospital...? - Empezó a balbucear la animada kunoichi que parecía estar por tener un ataque de pánico mientras buscaba con la mirada algún edificio que se asemejara con lo que tenía en mente, aunque el mar de gente no le permitía ver nada y curiosamente, parecía ser que les daba lo mismo lo que estaba pasando allí.