El acero peregrino

[Sama-sama]

—No, no lo he hecho, la verdad es que se me acabó la comida —rio el hombretón, acariciándose la nuca—. Y como tuvimos tanta prisa por encontrar un barco, no se nos ocurrió a ninguno de los tres que tendríamos que haber comprado algo. —Katsudon se acercó. Esta vez, su semblante era totalmente serio—. De modo que decidí preguntar a algún marinero. No abrían sus camarotes. Supuse que estarían fuera. Pero no he visto a ninguno. —Miró a la cabina. Era difícil de decir, porque el sol reflejaba en el cristal, pero no se veía a nadie a cargo del timón—. No pretendo asustaros, pero aquí hay algo que me huele mal.

Yuuna se adelantó. Pasó al lado de Katsudon y se cubrió la frente para taparse del sol.

—No veo a nadie al mando, y la cubierta estaba vacía desde esta mañana —dijo—. ¿Estás seguro de que no están durmiendo?

—¿Y el capitán, o algún navegante? No sé, he aporreado bien fuerte varias puertas y nadie contestaba.