25/09/2019, 21:52
(Última modificación: 25/09/2019, 21:56 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—N-no lo sé —balbuceó Eri, que se agarraba con la misma fuerza para no caer también al suelo—. Deberíamos ir a donde se encuentra el conductor, q-quizá... ¡han robado el tren!
—¡Pero si no parecía haber nadie a bordo! —objetó Ayame.
—¡Vamos! —alentó la de Uzushiogakure, echando a andar entre trompicones hacia la entrada del vagón que habían atravesado poco antes—. Quizá llegamos antes si vamos por arriba, pero habrá que tener cuidado...
—¡Espera! —exclamó Ayame, agarrándola por el brazo—. ¡A esta velocidad, cualquier mínimo bache nos hará volar por los aires si vamos por el tejado! No. Mejor vayamos hacia la sala de máquinas. Tenemos que ver qué ha pasado.
Ayame se adelantó, y tras abrir la puerta del vagón, cruzó al otro lado con algunas dificultades. Abrió la puerta del contiguo, pero antes de pasar se dio la vuelta para tenderle una mano a Eri para ayudarla a cruzar. Y justo en el momento en el que la de Uzushiogakure había puesto los pies en el vagón central, el ferrocarril dio una violenta sacudida que las mandó a las dos al interior del vehículo de culo. Un violento chasquido hendió sus oídos y entonces vieron como el vagón en el que habían estado segundos atrás se descolgaba violentamente. Libre de su conexión con el resto del vehículo, el vagón se bamboleó peligrosamente intentando frenar, antes de caer de costado y dar una vuelta de campana sobre sí mismo. Los ventanales estallaron en incontables cristalitos, y las astillas, el metal y todo tipo de fragmentos de su estructura salieron disparados a su alrededor, junto a muchos de los asientos. Sólo rebotó una vez contra el suelo antes de quedar completamente inmóvil, con las astillas de la madera
—¡MOGURA! —gritó Ayame, alzando la mano en un gesto inútil hacia su compañero desaparecido entre los escombros. La muchacha respiró agitadamente mientras el vagón se iba haciendo más pequeño en la distancia, a medida que se alejaban de él.
Pero aún tenían otras cosas por las que preocuparse...
—¡Pero si no parecía haber nadie a bordo! —objetó Ayame.
—¡Vamos! —alentó la de Uzushiogakure, echando a andar entre trompicones hacia la entrada del vagón que habían atravesado poco antes—. Quizá llegamos antes si vamos por arriba, pero habrá que tener cuidado...
—¡Espera! —exclamó Ayame, agarrándola por el brazo—. ¡A esta velocidad, cualquier mínimo bache nos hará volar por los aires si vamos por el tejado! No. Mejor vayamos hacia la sala de máquinas. Tenemos que ver qué ha pasado.
Ayame se adelantó, y tras abrir la puerta del vagón, cruzó al otro lado con algunas dificultades. Abrió la puerta del contiguo, pero antes de pasar se dio la vuelta para tenderle una mano a Eri para ayudarla a cruzar. Y justo en el momento en el que la de Uzushiogakure había puesto los pies en el vagón central, el ferrocarril dio una violenta sacudida que las mandó a las dos al interior del vehículo de culo. Un violento chasquido hendió sus oídos y entonces vieron como el vagón en el que habían estado segundos atrás se descolgaba violentamente. Libre de su conexión con el resto del vehículo, el vagón se bamboleó peligrosamente intentando frenar, antes de caer de costado y dar una vuelta de campana sobre sí mismo. Los ventanales estallaron en incontables cristalitos, y las astillas, el metal y todo tipo de fragmentos de su estructura salieron disparados a su alrededor, junto a muchos de los asientos. Sólo rebotó una vez contra el suelo antes de quedar completamente inmóvil, con las astillas de la madera
—¡MOGURA! —gritó Ayame, alzando la mano en un gesto inútil hacia su compañero desaparecido entre los escombros. La muchacha respiró agitadamente mientras el vagón se iba haciendo más pequeño en la distancia, a medida que se alejaban de él.
Pero aún tenían otras cosas por las que preocuparse...