26/09/2019, 11:01
Yuji y Yuko se miraron con visible decepción luego de soltar un bufido molesto; los genin no parecían querer entrar en su juego y eso les acababa de fastidiar su posible entretenimiento mañanero. Mientras uno de ellos —quizás Yuji, aunque era difícil asegurarlo— ponía cara de puchero, el otro se cruzaba de brazos como un amante despechado.
—¡Desde luego, Yuji, estos genin de hoy día están hechos de algodón! ¡Qué digo, de algodón de azúcar! En nuestros tiempos nunca se rechazaba un buen duelo a primera sangre, al viejo estilo! —se quejaba, con poco respeto para sus subordinados. Parecía evidente que la negativa de ambos le había sentado como una patada en los pendientes reales—. Bah, debería mandaros de vuelta a casa por pechosfríos. Pero en fin, el curro es el curro...
Yuko se agachó para rebuscar en los cajones de la mesa de recepción, y tras unos instantes sacó un pergamino de misión con la letra "D" impresa en el sello. Con poca delicadeza lo lanzó contra Karamaru, buscando impactarle directamente en la cara, aunque si el genin se movía hacia un lado o trataba de agarrar el pergamino al vuelo, probablemente tuviera éxito.
—Whoops —se excusó el forzudo Yuki, poniendo cara de niño inocente—. En fin, gallinitas, ¡buena suerte! La vais a necesitar.
Si los muchachos abrían el pergamino, encontrarían en su contenido la descripción de un encargo.
—¡Desde luego, Yuji, estos genin de hoy día están hechos de algodón! ¡Qué digo, de algodón de azúcar! En nuestros tiempos nunca se rechazaba un buen duelo a primera sangre, al viejo estilo! —se quejaba, con poco respeto para sus subordinados. Parecía evidente que la negativa de ambos le había sentado como una patada en los pendientes reales—. Bah, debería mandaros de vuelta a casa por pechosfríos. Pero en fin, el curro es el curro...
Yuko se agachó para rebuscar en los cajones de la mesa de recepción, y tras unos instantes sacó un pergamino de misión con la letra "D" impresa en el sello. Con poca delicadeza lo lanzó contra Karamaru, buscando impactarle directamente en la cara, aunque si el genin se movía hacia un lado o trataba de agarrar el pergamino al vuelo, probablemente tuviera éxito.
—Whoops —se excusó el forzudo Yuki, poniendo cara de niño inocente—. En fin, gallinitas, ¡buena suerte! La vais a necesitar.
Si los muchachos abrían el pergamino, encontrarían en su contenido la descripción de un encargo.