2/10/2019, 18:05
El veterano azafato de pulcro uniforme y pelo rizado, color zanahoria, examinó brevemente con la mirada a Kazuma. Luego un muchacho entró al tren como una bala, pasando junto a ambos y llamando la atención del encargado, que se volteó para requerirle un momento.
—¡Joven! ¡Joven! Venga un momento, por favor.
Sí, se refería a Kazui. Luego el encargado indicó a Kazuma que podía subir al tren, e hizo lo mismo tras él. Mientras el resto de peculiares pasajeros iban abordando y tomando lugar en sus compartimentos, el encargado se centró en ambos ninjas; no le pasaron desapercibidas sus bandanas con el símbolo de la Hierba.
—Veo que ambos son shinobi, así que permítanme presentarme —anunció, con una oratoria pulcrísima y excelentes modales—. Mi nombre es Avino Yusui, y soy el encargado del servicio del Expreso de Yugakure no Sato, tren en el cual vamos a viajar hacia la mentada capital de Kaminari no Kuni —dijo, dedicándoles una escueta pero cortés reverencia—. Ahora si son tan amables, permítanme acompañarles a su vagón dormitorio.
Si alguno de los genin ponía cara de estar sorprendido, Avino Yusui comentaría con una sonrisa.
—¿No creerán que un tren de la categoría del Expreso no cuenta con las debidas comodidades para sus viajeros?
Luego, les animaría a seguirle vagón arriba. Los dos muchachos podrían ver que el Expreso era un tren, en efecto, muy elegante y lujoso. El primer vagón que pasaron fue el del restaurante; a ojos de los ninjas, parecía como si alguien hubiese cogido la cabina de un coche de caballos y la hubiese reproducido en un tamaño mucho más grande. Como el resto del tren, el vagón restaurante estaba exquisitamente decorado, con cortinas de fina seda y ribetes dorados en sus enormes ventanales, y mesas y sillas dispuestas para al menos dos docenas de comensales.
Pasado este vagón, llegaron a uno que disponía varias filas de cómodos asientos acolchados, con pequeñas mesitas de madera y lámparas de baterías hidroeléctricas para la lectura de los pasajeros durante horas de poca luz solar.
Después empezaban los vagones dormitorio, compartimentados para que en cada uno cupieran varios pequeños camarotes, similares a los de un barco, con una litera y una mesa escritorio. Cuando pasaron el primer vagón dormitorio, llegando al segundo, Yusui abrió la puerta del último compartimento e indicó con un gesto de su mano que los muchachos podían pasar.
—Este es su compartimento, jóvenes. ¿Sabían que iban a compartir, no?
El interior del compartimento era como cualquier otro; con dos camas a modo de litera, una mesilla con una silla, y un armario donde los inquilinos podían guardar sus pertenencias.
—El desayuno se sirve de siete a diez de la mañana, el almuerzo de doce a dos del mediodía, y la cena de seis a ocho de la tarde. Todo, por supuesto, en nuestro vagón restaurante. Si desean pasar el rato pueden ir al vagón contiguo, donde los viajeros suelen conversar, dedicar tiempo a la lectura y a otras aficiones respetables —con una medida reverencia, Yusui se despidió de los ninjas—. Que tengan un buen viaje, ¡y no olviden contarle a sus superiores la grata experiencia que ha sido el Expreso de Yugakure no Sato!
—¡Joven! ¡Joven! Venga un momento, por favor.
Sí, se refería a Kazui. Luego el encargado indicó a Kazuma que podía subir al tren, e hizo lo mismo tras él. Mientras el resto de peculiares pasajeros iban abordando y tomando lugar en sus compartimentos, el encargado se centró en ambos ninjas; no le pasaron desapercibidas sus bandanas con el símbolo de la Hierba.
—Veo que ambos son shinobi, así que permítanme presentarme —anunció, con una oratoria pulcrísima y excelentes modales—. Mi nombre es Avino Yusui, y soy el encargado del servicio del Expreso de Yugakure no Sato, tren en el cual vamos a viajar hacia la mentada capital de Kaminari no Kuni —dijo, dedicándoles una escueta pero cortés reverencia—. Ahora si son tan amables, permítanme acompañarles a su vagón dormitorio.
Si alguno de los genin ponía cara de estar sorprendido, Avino Yusui comentaría con una sonrisa.
—¿No creerán que un tren de la categoría del Expreso no cuenta con las debidas comodidades para sus viajeros?
Luego, les animaría a seguirle vagón arriba. Los dos muchachos podrían ver que el Expreso era un tren, en efecto, muy elegante y lujoso. El primer vagón que pasaron fue el del restaurante; a ojos de los ninjas, parecía como si alguien hubiese cogido la cabina de un coche de caballos y la hubiese reproducido en un tamaño mucho más grande. Como el resto del tren, el vagón restaurante estaba exquisitamente decorado, con cortinas de fina seda y ribetes dorados en sus enormes ventanales, y mesas y sillas dispuestas para al menos dos docenas de comensales.
Pasado este vagón, llegaron a uno que disponía varias filas de cómodos asientos acolchados, con pequeñas mesitas de madera y lámparas de baterías hidroeléctricas para la lectura de los pasajeros durante horas de poca luz solar.
Después empezaban los vagones dormitorio, compartimentados para que en cada uno cupieran varios pequeños camarotes, similares a los de un barco, con una litera y una mesa escritorio. Cuando pasaron el primer vagón dormitorio, llegando al segundo, Yusui abrió la puerta del último compartimento e indicó con un gesto de su mano que los muchachos podían pasar.
—Este es su compartimento, jóvenes. ¿Sabían que iban a compartir, no?
El interior del compartimento era como cualquier otro; con dos camas a modo de litera, una mesilla con una silla, y un armario donde los inquilinos podían guardar sus pertenencias.
—El desayuno se sirve de siete a diez de la mañana, el almuerzo de doce a dos del mediodía, y la cena de seis a ocho de la tarde. Todo, por supuesto, en nuestro vagón restaurante. Si desean pasar el rato pueden ir al vagón contiguo, donde los viajeros suelen conversar, dedicar tiempo a la lectura y a otras aficiones respetables —con una medida reverencia, Yusui se despidió de los ninjas—. Que tengan un buen viaje, ¡y no olviden contarle a sus superiores la grata experiencia que ha sido el Expreso de Yugakure no Sato!