3/10/2019, 14:58
(Última modificación: 3/10/2019, 18:56 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Flama, Verano del año 219
Mientras Yota y Kumopansa disfrutaban de aquel brebaje, Coco Loco, para refrescarse en aquel caluroso día de Verano, dos figuras ingresaron en El Paraíso, captando por un momento las miradas de los clientes —que se desviaron de aquella singular araña de gran tamaño y gusto por la bebida—. Eran una pareja de jóvenes, aunque por sus pintas parecían más veteranos y de mayor edad de la que realmente tenían. Uno de ellos era de estatura media, delgaducho y llevaba un kasa de paja en la cabeza, que le cubría su pelo negro y corto, y parte de la quemadura que le desfiguraba medio rostro. Vestía con una yukata de color marrón claro, remangada en la cintura donde llevaba un obi bermellón, y unos pantalones bombachos de color azul oscuro, ceñidos a las pantorillas por unas tabis de cuero curtido.
Uchiha Akame escuchó el crujido de la madera bajo sus sandalias al entrar en aquel bar, y sus ojos negros e insondables echaron un vistazo alrededor hasta toparse con... «Vaya, vaya, vaya...» Le dedicó una mirada a su acompañante mientras una sonrisa torcida se dibujaba en sus labios, y sin desprenderse de su sombrero se acercó a la mesa donde estaba aquel muchacho con su peculiar mascota.
—¿Qué sentido tiene ocultar tu rostro —preguntó a quemarropa—, si vas con ese bicho en la cabeza a todas partes, Sasagani Yota?
El renegado esbozó una sonrisa lobuna y luego tomó asiento junto al genin de Kusa. Con un gesto de su mano diestra llamó a quien quiera que estuviese a cargo de servir a las mesas, para pedir un té verde con hielo.
—Cuánto tiempo, Yota-san. ¿Cómo te trata Oonindo?