7/10/2019, 21:38
El grito mental de Ranko se tornaría de victoria a pánico, tal como el pánico que había desatado en las calles.
"¡No, por favor! ¡Rayos, rayos, rayos!"
Nadie parecía prestarle atención, excepto, claro, a la parte donde dijo que había una bomba en el lugar. Todos pasaban de ella, y nadie se atrevía a —o podía —ayudarle. Si bien una mente calmada piensa mejor, a Ranko no se le ocurrían muchas ideas. Se había alejado un buen tramo de la posada, por lo que supuso que ya estaba fuera del rango de los sellos. Pero ahora estaba en un lugar abierto, con muchas personas cerca, y con otros edificios dentro del potencial destructivo de los sellos. Si tan sólo supiera qué tan potente eran…
"¡Con toda esta gente no podré alejarme lo suficientemente rápido! ¡No puedo sacarlo de la ciudad! ¡Qué pésima decisión de mi parte!" Ranko se había detenido, y ahora miraba en derredor, a la gente que… "Que huye… Si no puedo alejarlo de aquí, sólo puedo hacer que se alejen ellos. O al menos puedo intentarlo."
Colocó al hombre en el suelo, en la parte más amplia de la calle, aquella con los edificios más pequeños que pudo encontrar en el momento, y aspiró profundamente. Muy pocas veces había hecho algo así, pero ahora era un momento de crisis. Tenía que hacer algo que iba casi en contra de su naturaleza.
Gritó.
—¡ESTÁ AQUÍ! ¡ALÉJENSE DE LA BOMBA! ¡ALÉJENSE DE AQUÍ!
Rogaba que escucharan. Claro que podría incitar más al caos, pero al menos les estaba dando un punto del cual escapar, del cual alejarse. No era un plan brillante, pero era mejor que nada, o al menos eso supuso. Rogó de nuevo a todos los dioses que la gente la escuchara.
Huyera la gente de Yachi a como quería o no, Ranko tendría otro problema si quería regresar a [i]Cucurbita[i], pues no podría correr plenamente sin darse de codazos con todos. Y mucho menos podría lanzarse con un Hitoshin, a menos que quisiera derribar a los transeúntes. Así que corrió a como pudo de vuelta a la posada, deseando que tanto el hombre se mantuviese inconsciente como que fuese un lugar lo suficientemente alejado; y esperaba además que Ayame hubiese podido apañárselas sola por el momento.
"Le deberé mil servicios a los dioses si nos salvan hoy."
"¡No, por favor! ¡Rayos, rayos, rayos!"
Nadie parecía prestarle atención, excepto, claro, a la parte donde dijo que había una bomba en el lugar. Todos pasaban de ella, y nadie se atrevía a —o podía —ayudarle. Si bien una mente calmada piensa mejor, a Ranko no se le ocurrían muchas ideas. Se había alejado un buen tramo de la posada, por lo que supuso que ya estaba fuera del rango de los sellos. Pero ahora estaba en un lugar abierto, con muchas personas cerca, y con otros edificios dentro del potencial destructivo de los sellos. Si tan sólo supiera qué tan potente eran…
"¡Con toda esta gente no podré alejarme lo suficientemente rápido! ¡No puedo sacarlo de la ciudad! ¡Qué pésima decisión de mi parte!" Ranko se había detenido, y ahora miraba en derredor, a la gente que… "Que huye… Si no puedo alejarlo de aquí, sólo puedo hacer que se alejen ellos. O al menos puedo intentarlo."
Colocó al hombre en el suelo, en la parte más amplia de la calle, aquella con los edificios más pequeños que pudo encontrar en el momento, y aspiró profundamente. Muy pocas veces había hecho algo así, pero ahora era un momento de crisis. Tenía que hacer algo que iba casi en contra de su naturaleza.
Gritó.
—¡ESTÁ AQUÍ! ¡ALÉJENSE DE LA BOMBA! ¡ALÉJENSE DE AQUÍ!
Rogaba que escucharan. Claro que podría incitar más al caos, pero al menos les estaba dando un punto del cual escapar, del cual alejarse. No era un plan brillante, pero era mejor que nada, o al menos eso supuso. Rogó de nuevo a todos los dioses que la gente la escuchara.
Huyera la gente de Yachi a como quería o no, Ranko tendría otro problema si quería regresar a [i]Cucurbita[i], pues no podría correr plenamente sin darse de codazos con todos. Y mucho menos podría lanzarse con un Hitoshin, a menos que quisiera derribar a los transeúntes. Así que corrió a como pudo de vuelta a la posada, deseando que tanto el hombre se mantuviese inconsciente como que fuese un lugar lo suficientemente alejado; y esperaba además que Ayame hubiese podido apañárselas sola por el momento.
"Le deberé mil servicios a los dioses si nos salvan hoy."
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