8/10/2019, 19:55
—Oye, ¿has visto a esos dos? Parece que en el fondo se odiaran… ¿viste la cara de ese tipo?
—Sí, fue intenso —reconoció mientras se encaminaban al vagón comedor—. La gente pudiente es menos violenta, pero no menos agresiva: sería bueno que nos cuidáramos de incordiar a alguno de ellos…
—¡Jóvenes shinobi! —les llamo Avino, aquel diligente encargado con cabellos color naranja.
Kazuma se dejó llevar hasta la mesa, sintiéndose un tanto perdido ante tanta suntuosidad. El ambiente estaba cargado con una especie de alcurnia que hacía que el aire se sintiese denso. Su vestimenta delataba su simplicidad: un yukata de algodón, de un gris pizarra; al igual que el cinturón que portaba y que apenas se notaba. Era evidente que estaban nuevos, pero la ausencia de cualquier bordado o estampado lo hacían monótono, aburrido.
Tomo el menú y comenzó a leerlo concienzudamente.
—Si… fascinante… y esto parece delicioso… Si, definitivamente —murmullo, para luego cerrar la carta y colocarla en la mesa—. No tengo ni idea de que pedir; desconosco estos platos y... algunas cosas ni siquiera suenan como alimento —dijo con una sonrisa tranquila mientras se dirigía a su compañero de viaje—. ¿Qué tal tu?
—Sí, fue intenso —reconoció mientras se encaminaban al vagón comedor—. La gente pudiente es menos violenta, pero no menos agresiva: sería bueno que nos cuidáramos de incordiar a alguno de ellos…
—¡Jóvenes shinobi! —les llamo Avino, aquel diligente encargado con cabellos color naranja.
Kazuma se dejó llevar hasta la mesa, sintiéndose un tanto perdido ante tanta suntuosidad. El ambiente estaba cargado con una especie de alcurnia que hacía que el aire se sintiese denso. Su vestimenta delataba su simplicidad: un yukata de algodón, de un gris pizarra; al igual que el cinturón que portaba y que apenas se notaba. Era evidente que estaban nuevos, pero la ausencia de cualquier bordado o estampado lo hacían monótono, aburrido.
Tomo el menú y comenzó a leerlo concienzudamente.
—Si… fascinante… y esto parece delicioso… Si, definitivamente —murmullo, para luego cerrar la carta y colocarla en la mesa—. No tengo ni idea de que pedir; desconosco estos platos y... algunas cosas ni siquiera suenan como alimento —dijo con una sonrisa tranquila mientras se dirigía a su compañero de viaje—. ¿Qué tal tu?