10/10/2019, 12:59
Akame fumó una larga pitada a su cigarrillo mientras veía a Kaido con gesto extremadamente calmado, insondable. Él era plenamente consciente de que su bravata hacia el Tiburón iba a suscitar una reacción así por parte de éste, escocido como andaba todavía por el reciente asesinato de su primo. ¿Qué excusa tenía entonces para haber provocado a su ahora aliado de semejante manera? Realmente ninguna, más allá de que Akame tampoco se encontraba en su mejor momento y, por un instante, había dicho basta. Como si todas las patadas que había recibido en su vida se le hubiesen venido encima en ese momento. Luego, con la mente más clara, había visto el error de su actuar...
—La marcaré yo mismo —acabó por decir, a todos pero sin quitar la vista de Kaido, tras un tenso silencio—. Y eso zanja el asunto. Si sobrevive a su encuentro con las Trillizas, seré yo y sólo yo quien decida el destino que le aguarda. ¿Estamos en eso?
Echó un vistazo, ahora sí, al resto de los dragones.
—La marcaré yo mismo —acabó por decir, a todos pero sin quitar la vista de Kaido, tras un tenso silencio—. Y eso zanja el asunto. Si sobrevive a su encuentro con las Trillizas, seré yo y sólo yo quien decida el destino que le aguarda. ¿Estamos en eso?
Echó un vistazo, ahora sí, al resto de los dragones.