3/12/2015, 21:36
Ante la estupefacta mirada del extranjero, su posible enemigo adicional había surcado las filas enemigas para convertirse en un inesperado aliado. Sangriento, asesino y frío aliado. Pese a ello, a caballo regalado no le mires los dientes, es de mala educación.
El susodicho se recuperó algo lento ante la instancia del albino, y tras ello culminó lo que en un principio pretendía. Concluyó una ligera secuencia de sellos, y lazó una cuantiosa cantidad de llamas en forma de esfera a los enemigos que tenía a su retaguardia, todo ello con un giro preciso y una contundencia casi tan abrumadora mostrada por su "aliado".
Entre discordia y temor, los pocos que se atrevían a abalanzarse sobre el dúo de carismáticos comensales o bien habían dejado de respirar, o bien habían sido alcanzados por esas llamas del chico de ojos rojizos. Un par de ellos siguieron en entredichas, y no hicieron mas caso que a sus impulsos mas primarios, huir y salvar la vida. La mujer había quedado en bragas, y el único aliado que le quedaba en pié se abalanzó sobre el primer enemigo, el albino. Sin embargo, desde la retaguardia su ofensiva estaba protegida. Juro avisó al Senju de su propósito, y no hicieron falta mas palabras. En un ágil salto, el chico se apartó de la trayectoria de una ráfaga de aire, la cual impactó en el descabellado rival. Éste cayó varios metros hacia detrás, derribando la mesa sobre la que se encontraba el chico de ardiente espíritu, aka el de ojos rojizos y que escupía fuego.
La mujer quedó hasta sin palabras, en un abrir y cerrar de ojos había perdido a toda su fuerza de choque, se había quedado sin guerreros. Aunque fuese la líder, ahora era ella la que se encontraba en minoría... a nadie con dos dedos de cabeza se le ocurriría afrontar tal conflicto con las manos.
Los tres afectados por el katon no se encontraban del todo disponibles, aún se quejaban en el suelo, tratando de apagar las llamas que devoraban aún sus ropajes sin piedad. El otro, el afectado por el futon se retorcía de dolor a causa del trauma, un fuerte golpe le había destrozado la espalda. Por último, el último rival en pié titubeaba. Sus manos se alzaron hasta la altura de la cintura, y empezó a agitarlas en un gesto de discordia. Hasta parecía estar sudando, sin duda no esperaba esa situación.
— Ex... ex... extran-jeros.... ésto ha sido una terrible confusión... yo... yo no quería de verdad, ha sido todo un grandísimo error... no sabía que erais shinobis... — Trató de excusarse mientras tomaba un primer paso en retirada.
Su paso no pasó desapercibido, era obvio que intentaba eludir el follón que había montado, y de buenas. Ese tipo de gente es de la mas odiosa. Entre los humanos, los peores.
El albino no titubeó, observó a su alrededor, y alzó la mano en un gesto de agradecimiento a Juro. Tras ello, decidido, dio el mismo paso hacia adelante como la chica lo había hecho hacia detrás. Su propósito era salvarla, igual que al resto les pasaría tras de ella. La situación jugaba en su favor, al fin podía salvar unas pocas almas sin ser repudiado por ello. ¿Quién iba a llorar por unos maleantes de tan bajo calibre?
— ¿Sabes? Soy un sicario, y ese chico me va a pagar por quitaros la vida. — Alegó señalando a Juro. — No te lo tomes como algo personal. —
Quizás ésto estaba llegando demasiado lejos, pero si nadie reaccionaba para evitarlo, la sangre de esa mujer correría por las manos del albino.
El susodicho se recuperó algo lento ante la instancia del albino, y tras ello culminó lo que en un principio pretendía. Concluyó una ligera secuencia de sellos, y lazó una cuantiosa cantidad de llamas en forma de esfera a los enemigos que tenía a su retaguardia, todo ello con un giro preciso y una contundencia casi tan abrumadora mostrada por su "aliado".
Entre discordia y temor, los pocos que se atrevían a abalanzarse sobre el dúo de carismáticos comensales o bien habían dejado de respirar, o bien habían sido alcanzados por esas llamas del chico de ojos rojizos. Un par de ellos siguieron en entredichas, y no hicieron mas caso que a sus impulsos mas primarios, huir y salvar la vida. La mujer había quedado en bragas, y el único aliado que le quedaba en pié se abalanzó sobre el primer enemigo, el albino. Sin embargo, desde la retaguardia su ofensiva estaba protegida. Juro avisó al Senju de su propósito, y no hicieron falta mas palabras. En un ágil salto, el chico se apartó de la trayectoria de una ráfaga de aire, la cual impactó en el descabellado rival. Éste cayó varios metros hacia detrás, derribando la mesa sobre la que se encontraba el chico de ardiente espíritu, aka el de ojos rojizos y que escupía fuego.
La mujer quedó hasta sin palabras, en un abrir y cerrar de ojos había perdido a toda su fuerza de choque, se había quedado sin guerreros. Aunque fuese la líder, ahora era ella la que se encontraba en minoría... a nadie con dos dedos de cabeza se le ocurriría afrontar tal conflicto con las manos.
Los tres afectados por el katon no se encontraban del todo disponibles, aún se quejaban en el suelo, tratando de apagar las llamas que devoraban aún sus ropajes sin piedad. El otro, el afectado por el futon se retorcía de dolor a causa del trauma, un fuerte golpe le había destrozado la espalda. Por último, el último rival en pié titubeaba. Sus manos se alzaron hasta la altura de la cintura, y empezó a agitarlas en un gesto de discordia. Hasta parecía estar sudando, sin duda no esperaba esa situación.
— Ex... ex... extran-jeros.... ésto ha sido una terrible confusión... yo... yo no quería de verdad, ha sido todo un grandísimo error... no sabía que erais shinobis... — Trató de excusarse mientras tomaba un primer paso en retirada.
Su paso no pasó desapercibido, era obvio que intentaba eludir el follón que había montado, y de buenas. Ese tipo de gente es de la mas odiosa. Entre los humanos, los peores.
El albino no titubeó, observó a su alrededor, y alzó la mano en un gesto de agradecimiento a Juro. Tras ello, decidido, dio el mismo paso hacia adelante como la chica lo había hecho hacia detrás. Su propósito era salvarla, igual que al resto les pasaría tras de ella. La situación jugaba en su favor, al fin podía salvar unas pocas almas sin ser repudiado por ello. ¿Quién iba a llorar por unos maleantes de tan bajo calibre?
— ¿Sabes? Soy un sicario, y ese chico me va a pagar por quitaros la vida. — Alegó señalando a Juro. — No te lo tomes como algo personal. —
Quizás ésto estaba llegando demasiado lejos, pero si nadie reaccionaba para evitarlo, la sangre de esa mujer correría por las manos del albino.