14/10/2019, 13:45
—¡Sí, por favor! Ten mucho cuidado, Gyūki-san
Bien. Ninguna de mis preguntas mentales sobre Yuuna parecía tener una respuesta afirmativa, lo cual, me alegraba. Parecía que podía confiar en ella.
—No os preocupéis por mi. Seguiré cumpliendo mi papel de kraken solitario —Quizas eso era lo que me preocupaba. Parecía... en fin... quizás lo mejor era hacerle caso y no preocuparse.—. Gracias por preocuparos. No sabéis lo mucho que significa para mi ver tanta esperanza para nosotros en los humanos.¡Eh, shinobi! ¿Te llamabas Katsudon?
Al final, acabarían por llevarse bien. En serio, la próxima vez que se juntarán ambos, si es que había próxima, les haría competir a ver quien comía más.
—S... sí.
—¿Íbais al País del Hierro primero, verdad? —Lo intentábamos, mejor dicho...—. ¿Qué os parece si os doy un pequeño empujoncito para poneros en buena dirección?
Pues maravilloso. Como si nos quería llevar el mismo. Mientras llegaramos a nuestro destino lo mas a salvo posible...
—¡Espera, espera! ¿¡Qué vas a ha...!?
—¡Agarráos fuerte! ¡Capitán, todo recto cuando aterrices!
—¡A sus ordenes, Kraken-sama!
—¿¡Cuando aterriqué!?
El barco voló a toda velocidad en dirección al pais del hierro tras ser lanzado por Gyūki. Ahora si era un capitan pirata del aire, por que mi barco estaba volando.
El barco podía haberse hecho pedazos al aterrizar, pero no lo hizo. Lo que si hizo, fue acelerar en dirección al país de los Samuráis. Por fin, y tras muchas emociones nuevas, íbamos a alcanzar la primera meta de la aventura.
—¡Maldito bicho, la madre que lo parió!
—En el fondo te cae bien.
Dije antes de correr a la cabina del capitán, al puesto que me había ganado en aquel viaje. Iba a cantar de nuevo, tenia nuevas letras para la canción, pero mejor no hacerlo hasta estar seguro de que el kraken toro no me escuchaba.
También fui a buscar la brujula, si es que quedaba algo de ella o no había salido ya disparada por la ventana. Aunque suponía que Yuuna sabría giarse por el pais del hierro, era mejor asegurar.
—¡Oye Katsudon! —Grité desde mi puesto del capitán —¡Sigo sin saber como se para el barco!
Ni como bajar la velocidad que ahora llevábamos, que esperaba que se redujera sola, por que si no...
Bien. Ninguna de mis preguntas mentales sobre Yuuna parecía tener una respuesta afirmativa, lo cual, me alegraba. Parecía que podía confiar en ella.
—No os preocupéis por mi. Seguiré cumpliendo mi papel de kraken solitario —Quizas eso era lo que me preocupaba. Parecía... en fin... quizás lo mejor era hacerle caso y no preocuparse.—. Gracias por preocuparos. No sabéis lo mucho que significa para mi ver tanta esperanza para nosotros en los humanos.¡Eh, shinobi! ¿Te llamabas Katsudon?
Al final, acabarían por llevarse bien. En serio, la próxima vez que se juntarán ambos, si es que había próxima, les haría competir a ver quien comía más.
—S... sí.
—¿Íbais al País del Hierro primero, verdad? —Lo intentábamos, mejor dicho...—. ¿Qué os parece si os doy un pequeño empujoncito para poneros en buena dirección?
Pues maravilloso. Como si nos quería llevar el mismo. Mientras llegaramos a nuestro destino lo mas a salvo posible...
—¡Espera, espera! ¿¡Qué vas a ha...!?
—¡Agarráos fuerte! ¡Capitán, todo recto cuando aterrices!
—¡A sus ordenes, Kraken-sama!
—¿¡Cuando aterriqué!?
El barco voló a toda velocidad en dirección al pais del hierro tras ser lanzado por Gyūki. Ahora si era un capitan pirata del aire, por que mi barco estaba volando.
El barco podía haberse hecho pedazos al aterrizar, pero no lo hizo. Lo que si hizo, fue acelerar en dirección al país de los Samuráis. Por fin, y tras muchas emociones nuevas, íbamos a alcanzar la primera meta de la aventura.
—¡Maldito bicho, la madre que lo parió!
—En el fondo te cae bien.
Dije antes de correr a la cabina del capitán, al puesto que me había ganado en aquel viaje. Iba a cantar de nuevo, tenia nuevas letras para la canción, pero mejor no hacerlo hasta estar seguro de que el kraken toro no me escuchaba.
También fui a buscar la brujula, si es que quedaba algo de ella o no había salido ya disparada por la ventana. Aunque suponía que Yuuna sabría giarse por el pais del hierro, era mejor asegurar.
—¡Oye Katsudon! —Grité desde mi puesto del capitán —¡Sigo sin saber como se para el barco!
Ni como bajar la velocidad que ahora llevábamos, que esperaba que se redujera sola, por que si no...