14/10/2019, 19:23
Avino Yusui sonrió y asintió con una leve inclinación de cabeza ante las palabras de los muchachos. Si el jefe de servicio pensaba que eran apenas dos catetos genin sin idea alguna de lo que era la alta sociedad, sus costumbres o sus placeres, no lo dejó ver. Cortés y diligente, dio media vuelta y desapareció tras la puerta del vagón restaurante. Entretanto, una moza les trajo dos vasos y una jarra de agua —probablemente porque no les veía con edad para beber cerveza o vino, como el resto de comensales—.
Al rato el pelirrojo volvió acompañado de un par de mozas de buen ver y ligeros atributos, uniformadas pulcramente como él, y que cargaban en sus manos un plato cada una, cubierto por una tapa cóncava dorada.
—Salmón a las finas hierbas con guarnición de patatas asadas y reducción de vino de Minori —anunció, y la primera camarera dejó el mentado plato frente a Kazuma—. Solomillo de retinto de Ushi con crema de patata, pimienta y guarnición de verduras a la parrilla —continuó, y la segunda muchacha puso un plato enorme con una carne que se veía deliciosa frente a Kazui—. Que aprovechen.
La comida olía excelentemente bien y a buen seguro era la más exquisita que los shinobi hubieran probado jamás. Mientras comían, pudieron ver cómo Shinjo Kyoku, el hombre del haori carmesí había reparado en su presencia y les lanzaba indiscretas miradas, disimulando poco su interés en los dos jóvenes. Luego de un rato se inclinó hacia el tipo canoso y le susurró algo. Este asintió, levantándose ipso facto y dirigiéndose a la mesa de los ninjas.
—Saludos, shinobis. Espero que estén disfrutando de la velada, esta es una experiencia única en Oonindo —saludó con excelentes modales, realizando una reverencia que parecía imposible de mejorar, mientras sonreía y los miraba a ambos con ojos afables—. Mi señor, Shinjo Kyoku, desea tener unas palabras con ustedes en privado. Si lo desean pueden acompañarnos a nuestra mesa.
Al rato el pelirrojo volvió acompañado de un par de mozas de buen ver y ligeros atributos, uniformadas pulcramente como él, y que cargaban en sus manos un plato cada una, cubierto por una tapa cóncava dorada.
—Salmón a las finas hierbas con guarnición de patatas asadas y reducción de vino de Minori —anunció, y la primera camarera dejó el mentado plato frente a Kazuma—. Solomillo de retinto de Ushi con crema de patata, pimienta y guarnición de verduras a la parrilla —continuó, y la segunda muchacha puso un plato enorme con una carne que se veía deliciosa frente a Kazui—. Que aprovechen.
La comida olía excelentemente bien y a buen seguro era la más exquisita que los shinobi hubieran probado jamás. Mientras comían, pudieron ver cómo Shinjo Kyoku, el hombre del haori carmesí había reparado en su presencia y les lanzaba indiscretas miradas, disimulando poco su interés en los dos jóvenes. Luego de un rato se inclinó hacia el tipo canoso y le susurró algo. Este asintió, levantándose ipso facto y dirigiéndose a la mesa de los ninjas.
—Saludos, shinobis. Espero que estén disfrutando de la velada, esta es una experiencia única en Oonindo —saludó con excelentes modales, realizando una reverencia que parecía imposible de mejorar, mientras sonreía y los miraba a ambos con ojos afables—. Mi señor, Shinjo Kyoku, desea tener unas palabras con ustedes en privado. Si lo desean pueden acompañarnos a nuestra mesa.