28/10/2019, 23:12
—¡Hay que ser positiva! Realmente suelen decir que reír y pasarlo bien es una de las mejores formas de mantenerse saludable, ¡cuestión de actitud!— Respondió a la kunoichi. —Y realmente no sé, quizá sólo fue una remembranza... Pero su voz es similar, es extraño.— Sin embargo, la última pregunta le hizo cambiar de tema. —Pues ahora que lo pienso no sé, que si le llevo helado no creo que pueda disfrutarlo mientras nos lleva— Lucía apenada. —Quiz-
PUM. De pronto un sonoro golpe se escuchó en todo el negocio, los clientes dejaron sus conversaciones de lado y voltearon de inmediato hasta la fuente del sonido: Se trataba de un hombre anciano y moreno en una mesa. Ciertamente, su aspecto desencajaba totalmente con el resto de los presentes.
Rastas amarradas en una coleta, un saco bastante grande ne color marrón. Portaba diez anillos de oro, uno en cada dedo de la mano. Su propia dentadura estaba chapada de dorado y portaba una suerte de botas similares a las sandalias ninja. le remataban al menos tres cadenas más de oro en el cuello, las cuales lucían bastante pesadas para ser un mero adorno para lucir.
—¿Pero qué mierda es esta?— El hombre se levantó de golpe y escupió directo sobre el mantel blanco. —Helado de mariscos, por favor, que asco...— Se removió el cabello mientras giraba su cuello. —No pienso pagar por algo tan vomitivo, ahí se quedan con su basura— Se dio la vuelta con aires de grandeza.
El joven mesero no tenía las fuerzas suficientes para decirle que pagara la cuenta, ya que el hombre era alto e intimidante. Y aparentemente nadie más estaba dispuesto a defender al pobre empleado... Hasta que Kokona se levantó de la mesa y gritó al hombre que estaba a punto de cruzar la puerta.
—Si este fuera mi negocio, ¡no habría permitido que dejaran entrar a alguien como tú desde un inicio!— vociferó en rabia.
PUM. De pronto un sonoro golpe se escuchó en todo el negocio, los clientes dejaron sus conversaciones de lado y voltearon de inmediato hasta la fuente del sonido: Se trataba de un hombre anciano y moreno en una mesa. Ciertamente, su aspecto desencajaba totalmente con el resto de los presentes.
Rastas amarradas en una coleta, un saco bastante grande ne color marrón. Portaba diez anillos de oro, uno en cada dedo de la mano. Su propia dentadura estaba chapada de dorado y portaba una suerte de botas similares a las sandalias ninja. le remataban al menos tres cadenas más de oro en el cuello, las cuales lucían bastante pesadas para ser un mero adorno para lucir.
—¿Pero qué mierda es esta?— El hombre se levantó de golpe y escupió directo sobre el mantel blanco. —Helado de mariscos, por favor, que asco...— Se removió el cabello mientras giraba su cuello. —No pienso pagar por algo tan vomitivo, ahí se quedan con su basura— Se dio la vuelta con aires de grandeza.
El joven mesero no tenía las fuerzas suficientes para decirle que pagara la cuenta, ya que el hombre era alto e intimidante. Y aparentemente nadie más estaba dispuesto a defender al pobre empleado... Hasta que Kokona se levantó de la mesa y gritó al hombre que estaba a punto de cruzar la puerta.
—Si este fuera mi negocio, ¡no habría permitido que dejaran entrar a alguien como tú desde un inicio!— vociferó en rabia.