13/11/2019, 04:48
Y sí, allí estaba Ayame. Y sí, la mujer tenía al dueño de la posada como rehén. Ranko llegó al lugar justo a tiempo para escuchar los gritos de la mujer: o liberaban a sus compañeros o le cortaba el cuello al pobre hombre. Al parecer, también le propinó un golpe para callarlo.
Ranko tragó saliva. Una vez más, las habilidades de la Kusajin eran prácticamente inútiles. ¿De qué servían sus patadas cuando la vida de alguien estaba en riesgo de esa forma? La de la trenza se llevó el dedo al mentón, pensando tan fuertemente como pudiese. Pensó que tal vez podrían buscar entrar por alguna ventana, pero o bien tendrían que ser excepcionalmente rápidas, o se encontrarían en la misma posición.
"¡O incluso una peor! ¡Estaríamos con una criminal alterada con un rehén! ¡El señor estaría en un riesgo mayor!"
Una idea surcó su cabeza. Tal vez era algo arriesgado, pero era mejor consultarlo con Ayame, pues parecía tener más habilidad para la toma de decisiones.
—Si tumbásemos la puerta —susurraría Ranko, tan bajo como pudiese, de manera que solamente la Amejin la escuchara —, ¿qué tan rápido podría Ayame-san hechizar a esta mujer?
No sabía si podría echar abajo la puerta, y tal vez tendría que usar más que una simple patada.
”Sí… Tal vez eso sea suficiente… Siempre que no haya nada que evite que la puerta se abra…” pensaría, sopesando distintos resultados.
Ranko tragó saliva. Una vez más, las habilidades de la Kusajin eran prácticamente inútiles. ¿De qué servían sus patadas cuando la vida de alguien estaba en riesgo de esa forma? La de la trenza se llevó el dedo al mentón, pensando tan fuertemente como pudiese. Pensó que tal vez podrían buscar entrar por alguna ventana, pero o bien tendrían que ser excepcionalmente rápidas, o se encontrarían en la misma posición.
"¡O incluso una peor! ¡Estaríamos con una criminal alterada con un rehén! ¡El señor estaría en un riesgo mayor!"
Una idea surcó su cabeza. Tal vez era algo arriesgado, pero era mejor consultarlo con Ayame, pues parecía tener más habilidad para la toma de decisiones.
—Si tumbásemos la puerta —susurraría Ranko, tan bajo como pudiese, de manera que solamente la Amejin la escuchara —, ¿qué tan rápido podría Ayame-san hechizar a esta mujer?
No sabía si podría echar abajo la puerta, y tal vez tendría que usar más que una simple patada.
”Sí… Tal vez eso sea suficiente… Siempre que no haya nada que evite que la puerta se abra…” pensaría, sopesando distintos resultados.
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