25/11/2019, 22:01
Ranko debía de estar realmente enfocada en la acción del combate porque, a pesar de no ser demasiado perceptiva usualmente, en un momento de lucidez consiguió ver sin ningún tipo de problema las intenciones de su asaltante, y aunque sus manos se movieron con algo más de torpeza, sí actuaron como debía.
La de Kusagakure consiguió bloquear la navaja usando su wakizashi y después le asestó un golpe directo al rostro con la empuñadura. La mujer aulló de dolor y en un gesto reflejo se tapó la nariz con ambas manos. Aquel era el gesto que Ranko necesitaba para terminar con una patada que derrumbaría a su adversario contra el suelo.
—¡Ranko-san! ¿Necesitas ayuda? —chilló Ayame desde la puerta.
Había regresado, y el tabernero no estaba con ella, por lo que debía de haberle puesto a salvo.
Pero la bandida no daba señales de querer levantarse del suelo. Al menos por el momento. Las lágrimas caían sobre su rostro y gritaba de dolor, con hilos de sangre brotando de entre sus dedos.
La de Kusagakure consiguió bloquear la navaja usando su wakizashi y después le asestó un golpe directo al rostro con la empuñadura. La mujer aulló de dolor y en un gesto reflejo se tapó la nariz con ambas manos. Aquel era el gesto que Ranko necesitaba para terminar con una patada que derrumbaría a su adversario contra el suelo.
—¡Ranko-san! ¿Necesitas ayuda? —chilló Ayame desde la puerta.
Había regresado, y el tabernero no estaba con ella, por lo que debía de haberle puesto a salvo.
Pero la bandida no daba señales de querer levantarse del suelo. Al menos por el momento. Las lágrimas caían sobre su rostro y gritaba de dolor, con hilos de sangre brotando de entre sus dedos.