15/12/2019, 00:03
Katsudon tuvo que reprimir la risa. Se volteó para ver de nuevo a su subordinado, hinchó el pecho orgulloso y le dio un par de palmaditas en el hombro. Aunque viniendo de Katsudon, cuyas manos parecían excavadoras, casi le hizo algo de daño.
—Te dejaría cantar si no tuvieramos que ser algo discretos —dijo con una sonrisa—. En cuanto a tu ropa, bueno... no creo que la de nuestro amigo el samurai nos venga a ninguno de los dos. Y no nos queremos arriesgar a que se despierte. Lo ideal sería que buscásemos tu equipamiento también. Te traje las espadas únicamente porque te oí gritarle a nuestro amigo el dormidito. —Señaló al samurai, que estaba tumbado en el suelo boca abajo con el culo en pompa. No era una posición muy digna—. Hagámoslo rápido y luego salgamos de aquí lo más discretamente posible.
»¿Sabes usar el Henge no Jutsu, verdad?
No, no sabía usarlo. Así que un rato después, Reiji caminaba simulando ser un prisionero al lado de un Katsudon transformado en uno de los samurai de rango alto. Ahora mismo subían la escalera que llevaba al portón de hierro de la prisión.
—Recuerda: si nos interceptan, deja que hable yo. Se supone que eres un prisionero.
Katsudon abrió el portón empujándolo con su mano de aparentemente un tamaño normal, pero lo hizo con tanta facilidad como lo habría hecho un hombre de su tamaño. Les recibió el frío clima del País del Hierro. Estaba nevando, y la noche apenas había comenzado a entrar. El viento había comenzado a levantarse y lo que antes era un poco de fresco ahora les hacía tiritar. Caminaron pesadamente sobre la nieve, apenas tres minutos, entre los pocos trabajadores que cerraban sus puestos y tiendas. Y entonces, sucedió lo inevitable: alguien les detuvo.
—Eh... general, disculpe, pero... ¿a dónde se lleva a ese prisionero? Koichi-sama ordenó expresamente que...
—Soldado, Koichi acaba de ordenarme que le lleve al prisionero para hablar con él.
—¿Está seguro? Koichi dijo que...
—¿¡Quieres acompañarme a preguntárselo tú mismo, zoquete!? —abroncó Katsudon, cruzándose de brazos. Algo le dijo a Reiji que se lo estaba pasando bien—. ¿Acaso has olvidado cual es tu posición?
—No, mi general, lo sie...
—¡Ni lo siento ni lo sienta! ¡Venga, coño, que hace frío hoy y tenemos prisa!
—S... sí, señor, ya me... ya... —El soldado, prácticamente, salió corriendo patizambo librándose de la espesa nieve a medida que daba saltitos. Katsudon rio por lo bajo, tiró del brazo de Reiji y le instó a continuar, esta vez con algo más de brío.
Giraron a la derecha por un callejón. Lo recorrieron cuan largo era y el hombretón se asomó al final cerciorándose de que no había nadie al otro lado. Le hizo una seña a Reiji y señaló al frente. Un pequeño riachuelo separaba Sanrō-yama de un espeso bosque de pinos. Habían conseguido salir de la ciudad.
—Vamos, saltemos al otro lado y alejémonos un poco de la ciudad. Tenemos que pensar muy bien cual va a ser nuestro próximo movimiento, o más bien deducir qué esperaba Yuuna de nosotros. Si tiene algún topo entre los guardias debería estar vigilando quién entra y sale de prisión, pero de momento no nos han parado. —Katsudon saltó al otro lado y se perdió entre los troncos de los árboles.
—Te dejaría cantar si no tuvieramos que ser algo discretos —dijo con una sonrisa—. En cuanto a tu ropa, bueno... no creo que la de nuestro amigo el samurai nos venga a ninguno de los dos. Y no nos queremos arriesgar a que se despierte. Lo ideal sería que buscásemos tu equipamiento también. Te traje las espadas únicamente porque te oí gritarle a nuestro amigo el dormidito. —Señaló al samurai, que estaba tumbado en el suelo boca abajo con el culo en pompa. No era una posición muy digna—. Hagámoslo rápido y luego salgamos de aquí lo más discretamente posible.
»¿Sabes usar el Henge no Jutsu, verdad?
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No, no sabía usarlo. Así que un rato después, Reiji caminaba simulando ser un prisionero al lado de un Katsudon transformado en uno de los samurai de rango alto. Ahora mismo subían la escalera que llevaba al portón de hierro de la prisión.
—Recuerda: si nos interceptan, deja que hable yo. Se supone que eres un prisionero.
Katsudon abrió el portón empujándolo con su mano de aparentemente un tamaño normal, pero lo hizo con tanta facilidad como lo habría hecho un hombre de su tamaño. Les recibió el frío clima del País del Hierro. Estaba nevando, y la noche apenas había comenzado a entrar. El viento había comenzado a levantarse y lo que antes era un poco de fresco ahora les hacía tiritar. Caminaron pesadamente sobre la nieve, apenas tres minutos, entre los pocos trabajadores que cerraban sus puestos y tiendas. Y entonces, sucedió lo inevitable: alguien les detuvo.
—Eh... general, disculpe, pero... ¿a dónde se lleva a ese prisionero? Koichi-sama ordenó expresamente que...
—Soldado, Koichi acaba de ordenarme que le lleve al prisionero para hablar con él.
—¿Está seguro? Koichi dijo que...
—¿¡Quieres acompañarme a preguntárselo tú mismo, zoquete!? —abroncó Katsudon, cruzándose de brazos. Algo le dijo a Reiji que se lo estaba pasando bien—. ¿Acaso has olvidado cual es tu posición?
—No, mi general, lo sie...
—¡Ni lo siento ni lo sienta! ¡Venga, coño, que hace frío hoy y tenemos prisa!
—S... sí, señor, ya me... ya... —El soldado, prácticamente, salió corriendo patizambo librándose de la espesa nieve a medida que daba saltitos. Katsudon rio por lo bajo, tiró del brazo de Reiji y le instó a continuar, esta vez con algo más de brío.
Giraron a la derecha por un callejón. Lo recorrieron cuan largo era y el hombretón se asomó al final cerciorándose de que no había nadie al otro lado. Le hizo una seña a Reiji y señaló al frente. Un pequeño riachuelo separaba Sanrō-yama de un espeso bosque de pinos. Habían conseguido salir de la ciudad.
—Vamos, saltemos al otro lado y alejémonos un poco de la ciudad. Tenemos que pensar muy bien cual va a ser nuestro próximo movimiento, o más bien deducir qué esperaba Yuuna de nosotros. Si tiene algún topo entre los guardias debería estar vigilando quién entra y sale de prisión, pero de momento no nos han parado. —Katsudon saltó al otro lado y se perdió entre los troncos de los árboles.
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