18/12/2019, 22:33
Tras un rato saltando de rama en rama y agitando la nieve que reposaba tranquilamente en los arboles, nos habíamos alejado lo suficiente de la ciudad corrupta de los samuráis como para permitirnos el lujo de parar en lo que parecía un claro.
Pese a haber recuperado nuestras ropas de nieve e invierno, nuestros cuerpos no estaban acostumbrados a aquel frío y se notaba.
Fue entonces y solo entonces cuando Katsudon me contestó.
—Está claro que has metido la pata, pero para no meterla más de una vez, lo mejor es que a partir de ahora meditemos mucho las cosas, aunque eso signifique salvar nuestros culos primero y preocuparnos por los demás después —Eso no se lo iba a discutir, el culito del peor pirata de los cuatrocientos ochenta y siete mares de Oonido era bien valioso—. A nosotros nos puede pasar algo peor que a Yuuna. Al fin y al cabo, ella es la hija de la líder. Tendrá mayor oportunidad de que le sean perdonadas las pequeñas insubordinaciones. Pero nosotros estamos muy lejos de Uzushio.
¿Pero estábamos seguros de que Yuuna era quien decía ser? Era posible que fuera la hija del antiguo lider, pero en mi cabeza daban vueltas telenovelas muy chungas entre las cuales, sopesaba la posibilidad de que la actual líder, no fuese su verdadera madre, si no una madrastra de esas crueles y despiadadas que odian a los hijos de sus parejas.
»Lo que quiero decir, Reiji-kun, es que si de verdad sintieran que tienen que matarnos, lo harían, y le explicarían a Hanabi que nunca llegamos a Sanrō-yama.
Si claro, pero esa idea no era nueva. Llevaba en mi cabeza desde que nos habían liberado. Quizás para tener más razones para matarnos. Por que, que yo muriera por el camino, con lo débil que era, Hanabi se lo creería seguro. Pero lo de Katsudon, lo dudaba. Muy buena debía ser la historia que se inventaran.
De pronto, un matorral al otro lado se agitó. Y Katsudon se alteró.
—¿N... no será... uno de esos tigres blancos?
—Venga hombre, pero si son como los tigres normales, pero blancos. Eres tres veces mas grande que ellos. Lo peor que podría pasar es que fuese un samurái cabreado
Pese a haber recuperado nuestras ropas de nieve e invierno, nuestros cuerpos no estaban acostumbrados a aquel frío y se notaba.
Fue entonces y solo entonces cuando Katsudon me contestó.
—Está claro que has metido la pata, pero para no meterla más de una vez, lo mejor es que a partir de ahora meditemos mucho las cosas, aunque eso signifique salvar nuestros culos primero y preocuparnos por los demás después —Eso no se lo iba a discutir, el culito del peor pirata de los cuatrocientos ochenta y siete mares de Oonido era bien valioso—. A nosotros nos puede pasar algo peor que a Yuuna. Al fin y al cabo, ella es la hija de la líder. Tendrá mayor oportunidad de que le sean perdonadas las pequeñas insubordinaciones. Pero nosotros estamos muy lejos de Uzushio.
¿Pero estábamos seguros de que Yuuna era quien decía ser? Era posible que fuera la hija del antiguo lider, pero en mi cabeza daban vueltas telenovelas muy chungas entre las cuales, sopesaba la posibilidad de que la actual líder, no fuese su verdadera madre, si no una madrastra de esas crueles y despiadadas que odian a los hijos de sus parejas.
»Lo que quiero decir, Reiji-kun, es que si de verdad sintieran que tienen que matarnos, lo harían, y le explicarían a Hanabi que nunca llegamos a Sanrō-yama.
Si claro, pero esa idea no era nueva. Llevaba en mi cabeza desde que nos habían liberado. Quizás para tener más razones para matarnos. Por que, que yo muriera por el camino, con lo débil que era, Hanabi se lo creería seguro. Pero lo de Katsudon, lo dudaba. Muy buena debía ser la historia que se inventaran.
De pronto, un matorral al otro lado se agitó. Y Katsudon se alteró.
—¿N... no será... uno de esos tigres blancos?
—Venga hombre, pero si son como los tigres normales, pero blancos. Eres tres veces mas grande que ellos. Lo peor que podría pasar es que fuese un samurái cabreado