14/12/2015, 22:54
Las cosas ya estaban mas que zanjadas. Los pecadores iban a pagar su crimen con la vida, Blame iba a salvarlos, el turista iba salir sano y salvo, y Juro... había de suponer que iba a sacar algo de esa situación también. Todo parecía cuadrar a la perfección, al menos para ellos. La chica, su destino no era tan favorable, al menos no a su gusto. Si le preguntasen al albino, ella era una afortunada, como sus dos compañeros que fallecían a pocos metros. Ahora, era su turno. El albino casi podía relamerse, saboreando la dulce sensación de salvar otra persona de ésta cruel y despiadada agonía llamada vida.
Contra todo pronóstico, su acción se vio pausada por la voz del turista. El albino alzó a mirar al interlocutor, el cuál pedía un poco de tiempo. Al parecer, él quería algo. Lo primero que le vino al Senju a la cabeza era que éste querría arrebatarle la vida con sus propias manos a la chica, cosa que no le discutiría, estaba en su derecho. Pero no, éste se sentó a la mesa y exigió su comida, el chico tenía clara su prioridad, pero... No, algo no le cuadraba al peliblanco. Se tomó la osadía de pensar que quizás habría escuchado mal, pero sus ojos no le engañaban.
—Esto... ¿qué?— En su cabeza no cabía comprensión alguna a ésta situación.
Antes siquiera de que pudiese pedir una verdadera razón, Juro acentuó el animo en no matarla. Argumentó que no había pedido muertes, y que el chico no iba a matar en su nombre, así como que esa chica debía ser dirigida a las autoridades y que éstas se encargasen de su destino. Realmente, a cualquier otro, poco le hubiese importado. Pero el albino había vivido en un reformatorio cierto tiempo, y era absurdo pensar que en una cárcel ella estaría mejor que muerta. La muerte no era si no la mejor de las salidas para ella, era algo obvio.
Su compañero le había traicionado, pese a que éste se había movido por su causa. No entendía que era lo que le pasaba, ni a éste ni al otro viajero. ¿Acaso estaban rechazando su humanidad? ¿Porqué diantres no querían sacar provecho de ésta satisfactoria batalla? Podían quitar vidas de manera gratuita y totalmente justificada, ¿acaso eso no les hacía sentir bien?
Sus ojos visitaron a ambos interlocutores, y tras ello buscó a la atemorizada chica. Sin mas, comenzó a andar, pasando por su lado, pero a cierta distancia. Entre tanto, se llevó la diestra a la cabeza, rascándose la parte frondosa de su media cabellera en un gesto de tranquilidad y meditación. Cuando pasó por un par de metros a la chica, volvió la vista hacia Juro, y comenzó a andar, acercándose a la chica por detrás.
—No lo entiendo. La cosa era sencilla... siete vidas o una. Te di a elegir, y exigiste la vida del viajero. Me moví para ayudarte en ése propósito, salvar al chico, y por ende acabar con el resto... ¿Por qué te arrepientes ahora?— Cuestionó el chico a Juro.
Las lagrimas de la chica rodaron por sus mejillas, la pobre temblaba como un auténtico flan. Lejos de ser frío como una piedra, el chico le echó el brazo por encima, y le ofreció su calor. A ésta poco le faltó para caer en una moribunda súplica, su ánimo era mas que palpable.
—Tranquila, tranquila... escuchemos a Juro.—
Su vista se dirigió de nuevo al chico, esperando por una respuesta a su pregunta, un argumento o razón por la que debiere dejarla libre. Por otro lado, la petición del viajero... era mas que evidente. Suerte tenía de seguir fresco como una rosa.
Contra todo pronóstico, su acción se vio pausada por la voz del turista. El albino alzó a mirar al interlocutor, el cuál pedía un poco de tiempo. Al parecer, él quería algo. Lo primero que le vino al Senju a la cabeza era que éste querría arrebatarle la vida con sus propias manos a la chica, cosa que no le discutiría, estaba en su derecho. Pero no, éste se sentó a la mesa y exigió su comida, el chico tenía clara su prioridad, pero... No, algo no le cuadraba al peliblanco. Se tomó la osadía de pensar que quizás habría escuchado mal, pero sus ojos no le engañaban.
—Esto... ¿qué?— En su cabeza no cabía comprensión alguna a ésta situación.
Antes siquiera de que pudiese pedir una verdadera razón, Juro acentuó el animo en no matarla. Argumentó que no había pedido muertes, y que el chico no iba a matar en su nombre, así como que esa chica debía ser dirigida a las autoridades y que éstas se encargasen de su destino. Realmente, a cualquier otro, poco le hubiese importado. Pero el albino había vivido en un reformatorio cierto tiempo, y era absurdo pensar que en una cárcel ella estaría mejor que muerta. La muerte no era si no la mejor de las salidas para ella, era algo obvio.
Su compañero le había traicionado, pese a que éste se había movido por su causa. No entendía que era lo que le pasaba, ni a éste ni al otro viajero. ¿Acaso estaban rechazando su humanidad? ¿Porqué diantres no querían sacar provecho de ésta satisfactoria batalla? Podían quitar vidas de manera gratuita y totalmente justificada, ¿acaso eso no les hacía sentir bien?
Sus ojos visitaron a ambos interlocutores, y tras ello buscó a la atemorizada chica. Sin mas, comenzó a andar, pasando por su lado, pero a cierta distancia. Entre tanto, se llevó la diestra a la cabeza, rascándose la parte frondosa de su media cabellera en un gesto de tranquilidad y meditación. Cuando pasó por un par de metros a la chica, volvió la vista hacia Juro, y comenzó a andar, acercándose a la chica por detrás.
—No lo entiendo. La cosa era sencilla... siete vidas o una. Te di a elegir, y exigiste la vida del viajero. Me moví para ayudarte en ése propósito, salvar al chico, y por ende acabar con el resto... ¿Por qué te arrepientes ahora?— Cuestionó el chico a Juro.
Las lagrimas de la chica rodaron por sus mejillas, la pobre temblaba como un auténtico flan. Lejos de ser frío como una piedra, el chico le echó el brazo por encima, y le ofreció su calor. A ésta poco le faltó para caer en una moribunda súplica, su ánimo era mas que palpable.
—Tranquila, tranquila... escuchemos a Juro.—
Su vista se dirigió de nuevo al chico, esperando por una respuesta a su pregunta, un argumento o razón por la que debiere dejarla libre. Por otro lado, la petición del viajero... era mas que evidente. Suerte tenía de seguir fresco como una rosa.