19/01/2020, 03:14
—Oye, ya sé que este no es el mejor momento para ponernos a hablar de esto, pero... ¿y si intentas concentrar el chakra en la espada como los samurái y ya está? No luchaban tan mal... para ser un shinobi —picó Yuuna—. Y de todas formas, podrías intentar centrarte en técnicas con pocos sellos, ¿no? Seguro que no eres tan inútil como te cr... ¡Aaah!
El barco dio una sacudida. A ambos lados del casco asomaban las dos manazas de Katsudon, que trataban de retener la velocidad de la embarcación.
Claro que...
La última vez, la misma arena había frenado las hélices. No se trataba de un velero, precisamente, y dicho sea de paso, era todo un milagro que hubiesen conseguido arrancarlo en primer lugar. Aquellas dichosas baterías eléctricas de Amegakure duraban mucho, o eso, o el barco había recibido energía de alguna tormenta... de alguna manera...
¡Qué sabía Reiji! ¡Si no entendía cómo funcionaba aquél cacharro! El caso es que había que parar las hélices o jamás conseguirían frenarlo.
—Oye, a lo mejor esta palanca sirve para frenar.
—¡Mierda, esa era la bocina! —Yuuna se retiró de un salto, como si se hubiera quemado con la palanca.
Reiji observó el panel de navegación que había a ambos lados del timón. Había varios botones, pero esos ya habían descubierto que servían para encender y apagar luces en la cubierta y en la cabina. De momento habían dos palancas grandes que no se habían atrevido ni a tocar. Una a la izquierda, que estaba bajada, y otra a la derecha, que estaba subida.
Tenía que elegir una de ellas. Y de ello dependería si el barco se salvaba o si Reiji se quedaba sin su sueño de ser el peor pirata de los tres millones de mares de Oonindo.
El barco dio una sacudida. A ambos lados del casco asomaban las dos manazas de Katsudon, que trataban de retener la velocidad de la embarcación.
Claro que...
La última vez, la misma arena había frenado las hélices. No se trataba de un velero, precisamente, y dicho sea de paso, era todo un milagro que hubiesen conseguido arrancarlo en primer lugar. Aquellas dichosas baterías eléctricas de Amegakure duraban mucho, o eso, o el barco había recibido energía de alguna tormenta... de alguna manera...
¡Qué sabía Reiji! ¡Si no entendía cómo funcionaba aquél cacharro! El caso es que había que parar las hélices o jamás conseguirían frenarlo.
—Oye, a lo mejor esta palanca sirve para frenar.
BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
—¡Mierda, esa era la bocina! —Yuuna se retiró de un salto, como si se hubiera quemado con la palanca.
Reiji observó el panel de navegación que había a ambos lados del timón. Había varios botones, pero esos ya habían descubierto que servían para encender y apagar luces en la cubierta y en la cabina. De momento habían dos palancas grandes que no se habían atrevido ni a tocar. Una a la izquierda, que estaba bajada, y otra a la derecha, que estaba subida.
Tenía que elegir una de ellas. Y de ello dependería si el barco se salvaba o si Reiji se quedaba sin su sueño de ser el peor pirata de los tres millones de mares de Oonindo.
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