20/01/2020, 04:53
(Última modificación: 20/01/2020, 04:56 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Finalmente lo había acorralado, finalmente podía regresar a contarles a todos su victoria, que lograría hacer orgullosos a los demás. Había vencido a un genin hecho y derecho con placa, había ayudado a la pandilla y finalmente no era sólo una carga. Pero quizá entre la euforia y cantar demasiado rápido la victoria, había echado todo al traste. En su cabeza, sólo bastaba acercarse a terminar de noquearlo, pero no se esperaba aquel último grito de ira, cargado con una furia que no había mostrado en toda aquella batalla.
El mapache al tener madriguera donde esconderse, sacó los colmillos. Colmillos como rocas filosas. Para cuando se dio cuenta no supo como reaccionar, ¿acaso iba a soplar cuando el suelo bajo sus pies acababa de partirse? La había cagado en el último momento. Puso los brazos por delante, siendo que los pedruscos le golpearon, pero algo más pasó.
Una nube de humo estalló entre las rocas, un bulto salió volando por el impacto violento. Dio una vuelta y cayó boca abajo.
—Aaahhh... La voz de hombre se vio reemplazada por una femenina, una dulce y diminuta.
Vestía un kimono rosa, con bordado de árboles de cerezo en floración. Las mangas tenían detalles en rombos. Una de sus getas había caído lejos, mientras sus blancos calcetines se habían manchado con el agua sucia de las calles de Shinogi-To. Le dolía enormemente el cuerpo, al punto que le costó levantarse. Tenía dos colas amarradas con lazos café en su cabeza. Su cabello era lacio, dando la impresión de ser una cascada negra. Alzó la cara, dejando ver grandes ojos del mismo color que dictaba su barrera de sangre. Sin la transformación podías ver que era pequeña, siendo que no pasaba del metro con cincuenta.
Tenía una lagrimita en el ojo, que jamás en su vida le habían pegado tan duro. Vio a Kisame, y entonces cayó en cuenta de que se había roto su disfraz.
—¿Eh?— Se vio las manos. —¿¡EHHHHHH!?— La había arruinado horriblemente al dejarse pegar.
Un silbato sonó a la lejanía desde el horizonte en la calle, a su vez que al manos cuatro luces de lámparas se iban acercando.
—¿¡EEEEEEEEEEEEEHHHHHH!?— No podía dejar que más gente la viera. La había arruinado muy, MUY, en grande. Aún con el dolor encima y trastabillando, se puso en pie. No aparentaba superar los diez años. Fue a por su zapatilla y echó a correr como mejor se le daba. aparentemente Kisame no era el único que no sabía utilizar el Sunshin no Jutsu. La niña se fue soltando unas lágrimas que fueron maquilladas por la lluvia, desapareciendo por un callejón.
Las luces de los faroles se iban acercando, siendo que varios hombres armados con katanas llegaron a la escena.
—¡ALTO! ¿¡Que ha pasado!?— Uno de los oficiales se acercó, levantando su lámpara alumbrando al mal herido Kisame.
La niña ya se habría escondido en un callejón.