20/01/2020, 13:06
Pero Reiji ya tenía un nombre para el barco de propia invención. Katsudon esgrimió un pequeño mohín de decepción, pero se encogió de hombros y siguió el ascenso por las escaleras hacia el despacho del Uzukage.
—Bueno, también es un buen nombre —dijo.
Yuuna sonrió. «Se nota que prefería el otro de calle, pobre.»
Cuando abrieron la puerta, Katsudon fue el primero que entró, seguido de Reiji y de una tímida Yuuna.
—¡Hanabi-kun! —exclamó el hombretón—. Ya era hora de que nos viéramos, hombre. —El Akimichi se acercó al Uzukage. Lejos de mostrar formalidad alguna, cosa que le pareció extremadamente fuera de lugar a Yuuna, Hanabi se levantó y le dio un abrazo. Luego, todos tomaron el lugar que les correspondía.
—Estaba preguntándome por qué tardabais tanto —dijo—. Pero se fueron dos personas y vienen tres. Así que supongo que tendréis muchas cosas que contarme. ¿Bueno, Reiji-kun, qué tal...?
—Por las tetas de Amaterasu, Hanabi-kun. ¿Qué te ha pasado?
Porque si uno se fijaba bien, Hanabi no estaba en perfectas condiciones. Tenía quemaduras en parte de la cara y el brazo derecho vendado, a juzgar por lo que se podía adivinar en la mano. Por no hablar del extraño bote de ungüento antiquemaduras que había encima de su escritorio. El Uzukage le restó importancia.
—Te lo contaré más tarde, no te preocupes —dijo—. Me da a mi que vas a tener que escucharlo sentado.
Katsudon se encogió de hombros.
—Es curioso que digas eso. Menos mal que tú ya estás sentado, así te podemos contar tranquilamente.
Hanabi miró a Katsudon confundido. Luego, su mirada se centró de nuevo en Reiji.
—En fin, antes de que empieces. Reiji-kun. ¿Qué tal el viaje? ¿Cómo estás? —preguntó el Uzukage.
—Bueno, también es un buen nombre —dijo.
Yuuna sonrió. «Se nota que prefería el otro de calle, pobre.»
Cuando abrieron la puerta, Katsudon fue el primero que entró, seguido de Reiji y de una tímida Yuuna.
—¡Hanabi-kun! —exclamó el hombretón—. Ya era hora de que nos viéramos, hombre. —El Akimichi se acercó al Uzukage. Lejos de mostrar formalidad alguna, cosa que le pareció extremadamente fuera de lugar a Yuuna, Hanabi se levantó y le dio un abrazo. Luego, todos tomaron el lugar que les correspondía.
—Estaba preguntándome por qué tardabais tanto —dijo—. Pero se fueron dos personas y vienen tres. Así que supongo que tendréis muchas cosas que contarme. ¿Bueno, Reiji-kun, qué tal...?
—Por las tetas de Amaterasu, Hanabi-kun. ¿Qué te ha pasado?
Porque si uno se fijaba bien, Hanabi no estaba en perfectas condiciones. Tenía quemaduras en parte de la cara y el brazo derecho vendado, a juzgar por lo que se podía adivinar en la mano. Por no hablar del extraño bote de ungüento antiquemaduras que había encima de su escritorio. El Uzukage le restó importancia.
—Te lo contaré más tarde, no te preocupes —dijo—. Me da a mi que vas a tener que escucharlo sentado.
Katsudon se encogió de hombros.
—Es curioso que digas eso. Menos mal que tú ya estás sentado, así te podemos contar tranquilamente.
Hanabi miró a Katsudon confundido. Luego, su mirada se centró de nuevo en Reiji.
—En fin, antes de que empieces. Reiji-kun. ¿Qué tal el viaje? ¿Cómo estás? —preguntó el Uzukage.