20/01/2020, 15:49
Yui podía ser muchas cosas. Una líder con mano de hierro. Una creyente de la supremacía de los competentes, de los que no les importa correr desnudos bajo la tormenta para ganar algo de cardio y de los que saben aguantar el dolor apretando los dientes sin chillar como un cerdo en un matadero. También un poco beligerante. También un poco impredecible. Pero, si había algo que la definía por sobre todas las cosas, eso era la tormenta. Ella era la tormenta. Era su jinchuuriki. Era su guardiana.
Amedama y Aotsuki, a estas alturas, lo sabían ya bien. Lo podían ver en sus ojos azules eléctricos. En las nubes de tormenta que se arremolinaban en sus iris cuando escuchó la palabra Datsue y paces en la misma frase. En el destello que cruzó su pupila como un relámpago al oír nuevamente marcas de sangre y Datsue —implícitamente— en la misma jodida frase. En el mar embravecido que era su iris azul cuando oyó que estaban unidos por no sabía qué mierda de sello.
Después de todo lo que había pasado entre ellos tres, ¿y ahora eran amiguitos?
Pero también oyó que Sarutobi Hanabi estaba allí, el Uzukage con cara de necesitar unas cuantas vitaminas pero con el chakra de un monstruo. Pero también oyó que habían sido sus dos ninjas quien le había salvado el culo. Pero también oyó que habían matado a un jodido General. Y, con cada cosa, era su sonrisa, afilada y serrada como la de un cocodrilo, la que se ensanchaba más y más.
—Así que llegasteis, visteis y vencisteis —se carcajeó, y su risa salió de su garganta como los truenos de las Llanuras de la Tempestad Eterna—. ¡Con un par de huevos y muchos ovarios, ¿eh?! ¡No esperaba menos de mis dos ninjas más prometedores, hostia!
Dio un golpe con la base del puño sobre la mesa y la pila de documentos saltó del impacto. Y se carcajeó de nuevo. A la mierda. Aquello se merecía salir a celebrarlo.
—A un puto General. ¡Así me gusta, coño! Ya era hora de tumbar a uno de esos hijos de puta. Y no podía ser por otra mano que la nuestra. Bueno, bueno, quiero un informe detallado de cómo sucedió todo y… Un momento —algo en su mirada se encendió—. ¿Tú también fuiste, Ayame? ¿Fuiste directa a un General siendo como eres la Guardiana del Gobi?
Amedama y Aotsuki, a estas alturas, lo sabían ya bien. Lo podían ver en sus ojos azules eléctricos. En las nubes de tormenta que se arremolinaban en sus iris cuando escuchó la palabra Datsue y paces en la misma frase. En el destello que cruzó su pupila como un relámpago al oír nuevamente marcas de sangre y Datsue —implícitamente— en la misma jodida frase. En el mar embravecido que era su iris azul cuando oyó que estaban unidos por no sabía qué mierda de sello.
Después de todo lo que había pasado entre ellos tres, ¿y ahora eran amiguitos?
Pero también oyó que Sarutobi Hanabi estaba allí, el Uzukage con cara de necesitar unas cuantas vitaminas pero con el chakra de un monstruo. Pero también oyó que habían sido sus dos ninjas quien le había salvado el culo. Pero también oyó que habían matado a un jodido General. Y, con cada cosa, era su sonrisa, afilada y serrada como la de un cocodrilo, la que se ensanchaba más y más.
—Así que llegasteis, visteis y vencisteis —se carcajeó, y su risa salió de su garganta como los truenos de las Llanuras de la Tempestad Eterna—. ¡Con un par de huevos y muchos ovarios, ¿eh?! ¡No esperaba menos de mis dos ninjas más prometedores, hostia!
Dio un golpe con la base del puño sobre la mesa y la pila de documentos saltó del impacto. Y se carcajeó de nuevo. A la mierda. Aquello se merecía salir a celebrarlo.
—A un puto General. ¡Así me gusta, coño! Ya era hora de tumbar a uno de esos hijos de puta. Y no podía ser por otra mano que la nuestra. Bueno, bueno, quiero un informe detallado de cómo sucedió todo y… Un momento —algo en su mirada se encendió—. ¿Tú también fuiste, Ayame? ¿Fuiste directa a un General siendo como eres la Guardiana del Gobi?