20/01/2020, 19:05
(Última modificación: 20/01/2020, 19:07 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
A medida que aquel tipo iba hablando, la ceja izquierda de Akame iba subiendo más y más en su rostro. No era una imagen demasiado agradable, dígase la verdad, puesto que ese lado de la cara era el que tenía calcinado y desfigurado como si de un espantapájaros se tratase. Pero, con esa salvedad, la entera figura del Uchiha se había mantenido completamente inmutable como una estatua de piedra. Sólo cuando el tipo respondió a la pregunta de Kaido, el otro Cabeza de Dragón se volteó lentamente a ver a su compañero azul.
—¿Sabes lo que creo, Kaido?
Viró el rostro para ver a los ojos al muchacho.
—Creo que este tipo cree que somos idiotas. Y esa es una creencia arriesgada, porque el que cree no sólo cree, sino que hace que otros crean. El creyente no cree por sí mismo sino que necesita que esa creencia le sea insuflada desde el exterior para creer —sonrió levemente—. Así que ahora lo que me pregunto es, ¿qué te ha llevado a creer semejante disparate?
Miró de nuevo a Kaido, con tanta naturalidad como si estuvieran hablando de qué tipo de patatas plantaba en su huerto el viejo tío Shinosuke.
—¿Es porque él es azul? ¿Es eso? ¿No te gustan los tipos azules? —quiso saber Akame, mostrando un verdadero interés, mientras se inclinaba hacia el pazguato y con una mano señalaba la fea cara de Kaido—. ¿O es por mí? Es por mí, ¿no? Por mi cara. Crees que soy idiota porque soy feo, es eso. La asociación de la primera impresión de lo exterior con el interior, no te agobies, es bastante común. ¿Por qué te crees que en los anuncios del periódico siempre salen tíos cachas o mujercitas de buen ver? La estética lo domina todo, amigo, nos guste o no. Es una reacción instintiva del ser humano, está muy estudiado joder.
Entonces se recostó en el sofa, sacando un pitillo que se encendió con toda la parsimonia del mundo.
—Déjame que te diga algo amigo. Primero, no soy feo de nacimiento, sino a causa de un desafortunado accidente —aclaró, índice en ristre—. Y segundo, tampoco soy idiota. Y mi amigo menos. Eso sí, él tiene menos paciencia que yo. Así que la verdadera pregunta ahora es... ¿Qué hacemos contigo?
—¿Sabes lo que creo, Kaido?
Viró el rostro para ver a los ojos al muchacho.
—Creo que este tipo cree que somos idiotas. Y esa es una creencia arriesgada, porque el que cree no sólo cree, sino que hace que otros crean. El creyente no cree por sí mismo sino que necesita que esa creencia le sea insuflada desde el exterior para creer —sonrió levemente—. Así que ahora lo que me pregunto es, ¿qué te ha llevado a creer semejante disparate?
Miró de nuevo a Kaido, con tanta naturalidad como si estuvieran hablando de qué tipo de patatas plantaba en su huerto el viejo tío Shinosuke.
—¿Es porque él es azul? ¿Es eso? ¿No te gustan los tipos azules? —quiso saber Akame, mostrando un verdadero interés, mientras se inclinaba hacia el pazguato y con una mano señalaba la fea cara de Kaido—. ¿O es por mí? Es por mí, ¿no? Por mi cara. Crees que soy idiota porque soy feo, es eso. La asociación de la primera impresión de lo exterior con el interior, no te agobies, es bastante común. ¿Por qué te crees que en los anuncios del periódico siempre salen tíos cachas o mujercitas de buen ver? La estética lo domina todo, amigo, nos guste o no. Es una reacción instintiva del ser humano, está muy estudiado joder.
Entonces se recostó en el sofa, sacando un pitillo que se encendió con toda la parsimonia del mundo.
—Déjame que te diga algo amigo. Primero, no soy feo de nacimiento, sino a causa de un desafortunado accidente —aclaró, índice en ristre—. Y segundo, tampoco soy idiota. Y mi amigo menos. Eso sí, él tiene menos paciencia que yo. Así que la verdadera pregunta ahora es... ¿Qué hacemos contigo?