El acero peregrino

[Sama-sama]

—Yo creo que la felicidad que estas viendo aquí es gracias al duro trabajo de Hanabi-sama. El clima y los colores ayudan, pero si nuestro líder fuese alguien cruel y despiadado, dudo mucho que vieras esa felicidad en los rostros de la gente. Pero supongo que uzushiogakure también puede tener su lado oscuro, aunque no para todo el mundo. No te dejes guiar por lo que te voy a contar, pero está bien que lo sepas. Yo no tengo buenos recuerdos de la academia. Yo era un bicho raro y nadie quería estar con el bicho raro, pero que si estabas con él, eras cómo el.

Yuuna golpeó en el hombro a Reiji amistosamente.

—Bueno, si me siento sola, supongo que puedo tenerte a ti, ¿eh? Y a Katsudon.

—¿Prefieres dar una vuelta y ver el resto de la ciudad o quieres ir a descansar un rato? Ha sido un viaje largo y una llegada muy dura, supongo que estarás cansada.

La muchacha se desperezó y pareció pensárselo unos segundos. Sí, a decir verdad, no le vendría mal un descanso. Aunque eso supusiese tener que comenzar el trámite de la estancia en casa de Reiji, con todo lo que eso conllevaba. Pero habían sido muchos días de viaje. Había estado al borde de la muerte. Los parques de Uzushiogakure podrían esperar unas horas, ¿no?

—Todos estamos cansados —asintió Yuuna—. Será mejor que vayamos a tu casa y acabemos con ello cuanto antes.

»Gracias por todo, Reiji-kun.



Fin.