22/01/2020, 20:41
—Lo entiendo —contestó Yui, sin embargo. «¿Cómo?» Daruu admiraba a su líder por muchas cosas pero no pensaba que fuera alguien a quien uno pudiera sacar de su terreno con facilidad, por eso le sorprendió que la mujer siquiera razonara con Ayame, aunque no tardaría en descubrir que aún así insistiría—: Pero harás así igualmente. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. —Yui estaba pisando sobre suelo quebradizo. Daruu respiró hondo y trató de mantener el rubor de su piel a buen resguardo. Esperaba que Ayame fuera capaz de hacer lo mismo—. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos —«Maldita sea, no, ¡no! ¡Peligro! ¡Danger!»—, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Daruu tragó saliva, se levantó, miró a Yui a los ojos un breve instante e hizo una reverencia, tomando un camino difícil: callar sobre su colaboración con Kokuō. Un camino hacia una única dirección. No se podía volver atrás, porque si lo hacía, se jugaba el cuello. Se jugaban el cuello.
—Lo siento, Arashikage-sama. A partir de ahora, lo haremos. —Daruu se dio la vuelta cuando Ayame ya estaba casi en la puerta—. Nos vemos en la base de la torre. —Con toda la tranquilidad de la que fue capaz reunir, Daruu abrió la puerta y salió del despacho dirigiéndole una significativa mirada con Ayame—. Vamos. —Y así, sin decir ni una palabra, se dirigieron a un despacho vacío tal y como se les había ordenado, y redactaron un detallado informe en el que escribieron todo lo que hicieron y lo que vieron en aquella playa. Excepto, por supuesto, muchos de esos detalles que quizás en el futuro les costaran sus preciosas cabezas, como, por ejemplo, la conversación entre Kokuō y Shukaku.
Puntualmente, diez minutos después, los dos muchachos esperaban fuera de la recepción, auspiciados por el techado frente a las puertas de la torre.
—Vaya lío... —le dijo Daruu a Ayame, como único comentario—. ¿Qué querrá de nosotros ahora?
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Daruu tragó saliva, se levantó, miró a Yui a los ojos un breve instante e hizo una reverencia, tomando un camino difícil: callar sobre su colaboración con Kokuō. Un camino hacia una única dirección. No se podía volver atrás, porque si lo hacía, se jugaba el cuello. Se jugaban el cuello.
—Lo siento, Arashikage-sama. A partir de ahora, lo haremos. —Daruu se dio la vuelta cuando Ayame ya estaba casi en la puerta—. Nos vemos en la base de la torre. —Con toda la tranquilidad de la que fue capaz reunir, Daruu abrió la puerta y salió del despacho dirigiéndole una significativa mirada con Ayame—. Vamos. —Y así, sin decir ni una palabra, se dirigieron a un despacho vacío tal y como se les había ordenado, y redactaron un detallado informe en el que escribieron todo lo que hicieron y lo que vieron en aquella playa. Excepto, por supuesto, muchos de esos detalles que quizás en el futuro les costaran sus preciosas cabezas, como, por ejemplo, la conversación entre Kokuō y Shukaku.
Puntualmente, diez minutos después, los dos muchachos esperaban fuera de la recepción, auspiciados por el techado frente a las puertas de la torre.
—Vaya lío... —le dijo Daruu a Ayame, como único comentario—. ¿Qué querrá de nosotros ahora?