27/01/2020, 01:23
No muy lejos de su posición, una melodía comenzó a ser entonada por un chico con unas pintas... pintorescas. Hiroki frunció el ceño y, dejando de lado su debate sobre armas, se acercó al lugar con curiosidad por saber qué era lo que estaba sucediendo y por qué había gente arremolinándose frente a él.
Para su sorpresa, era aquel chico de cabellos de colores diversos quien había llamado a la multitud con sus palabras entonadas bajo las notas que emitía con... ¿Un hacha? No, parecía una guitarra, o un hacha-guitarra. Hiroki no entendía bien qué era lo que utilizaba para crear aquello, pero sin duda, le había cautivado ligeramente.
Se cruzó de brazos entre un par de chicas que habían comenzado a murmurar casi por encima de él, y solo pudo bufar molesto ante el poco respeto que se mantenía por el arte que se llevaba a cabo delante de sus narices.
—¿Tendrá algún problema? —preguntó una de las chicas, y Hiroki no pudo hacer más que chasquear la lengua, irritado, y moverse más cerca para escuchar mejor los últimos versos que cantaba el chico.
Para su sorpresa, se vio aplaudiendo junto a un par de personas más, mientras otras pasaban de largo o simplemente se marchaban sin ser capaces de felicitar el talento del chico. Hiroki había aplaudido sin dudarlo, pareciéndole realmente valiente ponerse a tocar delante de toda esa gente sin sentir nada de vergüenza o reparo por hacerlo, teniendo en cuenta que le cantaba al dolor.
Y no sabía si era buen momento para hacerlo.
—Hola —saludó cuando quedaron pocas personas y se atrevió a poder dirigirle la palabra, aunque con algo de recelo por si recibía un hachazo o algo por la osadía—. Lo que has hecho ha sido brutal, ¿dónde has conseguido la guitarra?
Para su sorpresa, era aquel chico de cabellos de colores diversos quien había llamado a la multitud con sus palabras entonadas bajo las notas que emitía con... ¿Un hacha? No, parecía una guitarra, o un hacha-guitarra. Hiroki no entendía bien qué era lo que utilizaba para crear aquello, pero sin duda, le había cautivado ligeramente.
Desplegada por el ancho horizonte
Mi vista alcanza el ocaso y no soy feliz
Un verdugo eres. ¡¡¡Tiempo me traicionas!!!
La dicha de mi pasado es tristeza hoy
Mi vista alcanza el ocaso y no soy feliz
Un verdugo eres. ¡¡¡Tiempo me traicionas!!!
La dicha de mi pasado es tristeza hoy
Se cruzó de brazos entre un par de chicas que habían comenzado a murmurar casi por encima de él, y solo pudo bufar molesto ante el poco respeto que se mantenía por el arte que se llevaba a cabo delante de sus narices.
Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar
—¿Tendrá algún problema? —preguntó una de las chicas, y Hiroki no pudo hacer más que chasquear la lengua, irritado, y moverse más cerca para escuchar mejor los últimos versos que cantaba el chico.
¡Dime que hay algo más, que el dolor no es inmortal!
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar... Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición...
Si la muerte es el portal a la libertad, yo quiero cruzar... Una sonrisa en un sueño, una amarga confesión
Promesas con el corazón, y una traición...
Para su sorpresa, se vio aplaudiendo junto a un par de personas más, mientras otras pasaban de largo o simplemente se marchaban sin ser capaces de felicitar el talento del chico. Hiroki había aplaudido sin dudarlo, pareciéndole realmente valiente ponerse a tocar delante de toda esa gente sin sentir nada de vergüenza o reparo por hacerlo, teniendo en cuenta que le cantaba al dolor.
Y no sabía si era buen momento para hacerlo.
—Hola —saludó cuando quedaron pocas personas y se atrevió a poder dirigirle la palabra, aunque con algo de recelo por si recibía un hachazo o algo por la osadía—. Lo que has hecho ha sido brutal, ¿dónde has conseguido la guitarra?