29/01/2020, 00:17
(Última modificación: 29/01/2020, 00:17 por Aotsuki Ayame.)
Por supuesto que la situación pilló desprevenida a Yui. Nada ni nadie podría haberla prevenido contra algo así. Pero Kokuō no iba a permitir que siguieran hablando de ella como si no se encontrara allí, como si fuera un mero espectador de la partida. No. Si tenía que salir a hablar, salía. Y no tenía ningún problema en hacerlo.
—¡¡Suéltala!! ¡¡Suelta a mi Ayame!! —gritó Yui, agarrándola por el uwagi y alzándola con una facilidad casi insultante. La zarandeó como a un muñeco de trapo y la estampó contra la libreria. Kokuō sólo contrajo el gesto en una mueca de dolor al sentir el golpetazo y la herida del vientre desgarrándose. Pero no actuó. No iba a confirmar las sospechas de aquella mujer de que no era más que un vil monstruo sin sentimientos—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré!
Pero Yui iba a escucharla. Por supuesto que lo haría. Kokuō se encargaría de que así fuera, y no dejaría salir a Ayame hasta que no pronunciara su última palabra al respecto.La Arashikage la soltó de repente.
—¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!
Pero Kokuō seguía con los ojos clavados en los de la Arashikage, con la misma calma.
—Yo también tenía hermanos. Ocho, para ser más exactos. Y todos ellos, todos nosotros sufrimos el mismo destino: Aislados. Encerrados. Utilizados... Masacrados.. Nada de lo que diga servirá para expiar mis pecados, nada de lo que diga cambiará el pasado; ¿pero qué pretendía que hiciera cuando resurgí en aquella ciudad y todos aquellos humanos se lanzaron contra mí para repetir los mismos pasos que los primeros Kage? Déjeme preguntarle algo, Arashikage, ¿qué habría hecho usted? ¿Qué habría hecho en mi lugar? Respóndame, jinchūriki de la Tormenta. Es así como la llaman, ¿no es así?
—¡¡Suéltala!! ¡¡Suelta a mi Ayame!! —gritó Yui, agarrándola por el uwagi y alzándola con una facilidad casi insultante. La zarandeó como a un muñeco de trapo y la estampó contra la libreria. Kokuō sólo contrajo el gesto en una mueca de dolor al sentir el golpetazo y la herida del vientre desgarrándose. Pero no actuó. No iba a confirmar las sospechas de aquella mujer de que no era más que un vil monstruo sin sentimientos—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré!
Pero Yui iba a escucharla. Por supuesto que lo haría. Kokuō se encargaría de que así fuera, y no dejaría salir a Ayame hasta que no pronunciara su última palabra al respecto.La Arashikage la soltó de repente.
—¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!
Pero Kokuō seguía con los ojos clavados en los de la Arashikage, con la misma calma.
—Yo también tenía hermanos. Ocho, para ser más exactos. Y todos ellos, todos nosotros sufrimos el mismo destino: Aislados. Encerrados. Utilizados... Masacrados.. Nada de lo que diga servirá para expiar mis pecados, nada de lo que diga cambiará el pasado; ¿pero qué pretendía que hiciera cuando resurgí en aquella ciudad y todos aquellos humanos se lanzaron contra mí para repetir los mismos pasos que los primeros Kage? Déjeme preguntarle algo, Arashikage, ¿qué habría hecho usted? ¿Qué habría hecho en mi lugar? Respóndame, jinchūriki de la Tormenta. Es así como la llaman, ¿no es así?