29/01/2020, 21:52
Pero a Takumi y Hiroki no les dio tiempo a discutir algo más porque escucharon el grito de una señora a lo lejos. La mujer, anciana ya, de pelo cano y arrugas marcadas surcándole todo el rostro, tenía la boca abierta y el brazo izquierdo levantado hacia el camino de piedra que se extendía por todo el jardín.
—¡M-mi apio! ¡Se ha llevado mi apio! —gritó de nuevo, pateando el suelo—. ¡Que alguien lo detenga! —exigió de inmediato.
A lo lejos un pequeño gato se alejaba con una bolsa de papel colgado de la boca. Una mancha de color amarillo llamaría la atención de los shinobi.
—¡Vamos, Takumi! —apremió Hiroki, corriendo hacia la anciana.
El gato se subió a uno de los árboles al ver demasiado movimiento hacia él.
—¡M-mi apio! ¡Se ha llevado mi apio! —gritó de nuevo, pateando el suelo—. ¡Que alguien lo detenga! —exigió de inmediato.
A lo lejos un pequeño gato se alejaba con una bolsa de papel colgado de la boca. Una mancha de color amarillo llamaría la atención de los shinobi.
—¡Vamos, Takumi! —apremió Hiroki, corriendo hacia la anciana.
El gato se subió a uno de los árboles al ver demasiado movimiento hacia él.