30/01/2020, 12:01
Juro había regresado a la aldea después de aquel abrazo que nos unió a ambos. La misión, aunque fallida, había que terminarla y ahora debía informar al Morikage, Moyashi Kenzou de lo que había sucedido en aquel castillo en el que trata de recuperarme a velocidad récord para regresar a Kusagakure y volver a la actividad normal lo antes posible.
Sin embargo, no debía caer en falsas esperanzas, por lo menos iba a tomarme una buena semana. Aquella herida todavía tenía mal aspecto y necesitaba aquel jodido gotero suministrandome la puta droga conciliadora durante las 24 horas del día. Tan joven y tan mal aspecto. La historia se repetía. Una y otra vez. Yo seguía tropezando con la misma jodida piedra, la de la incompetencia, la del fracaso, la del gennin que no hace más que crear problemas.
Juro, sin embargo, se las había apañado para burlar a todo un General de Kurama. Le envidiaba. Era el deseo de todo kage. Era todo disciplina, todo... éxitos garantizados. Aunque la misi´çon se había ido a la mierda, algo dentro de mí me decía que el Morikage se hincharía de nuevo como un pavo real al conocer la noticia de que su jinchūriki había sobrevivido a una muerte segura. Bueno, más que una muerte, a que el sello fuera revertido y entonces fuera el prisionero del Nanabi.
Me retuvieron una semana más. Por supuesto, en contra de mi voluntad. Todavía no me explico como Yamauchi no recurrió a la violencia. Cada día le suplicaba que me dejase marchar y cada día tenía tiempo para atenderme y decirme que tenía que sanar antes de poder partir de regreso a la aldea. Tenía ganas de volver a ver a mi madre, a Juro, a los demás... de tener una audiencia con Kenzou-sama. Y al final llegaría el ansiado momento.
— Muchas gracias por todo, Yamauchi-dono. Ha sido usted como una madre estos días, se lo agradezco. Dele las gracias a Gyou-sama también, por favor. La verdad es que lamento profundamente todo lo ocurrido
Por respuesta recibí una reverencia que explicaba muchas cosas. Tras ello puse rumbo al norte, siempre al norte...
Sin embargo, no debía caer en falsas esperanzas, por lo menos iba a tomarme una buena semana. Aquella herida todavía tenía mal aspecto y necesitaba aquel jodido gotero suministrandome la puta droga conciliadora durante las 24 horas del día. Tan joven y tan mal aspecto. La historia se repetía. Una y otra vez. Yo seguía tropezando con la misma jodida piedra, la de la incompetencia, la del fracaso, la del gennin que no hace más que crear problemas.
Juro, sin embargo, se las había apañado para burlar a todo un General de Kurama. Le envidiaba. Era el deseo de todo kage. Era todo disciplina, todo... éxitos garantizados. Aunque la misi´çon se había ido a la mierda, algo dentro de mí me decía que el Morikage se hincharía de nuevo como un pavo real al conocer la noticia de que su jinchūriki había sobrevivido a una muerte segura. Bueno, más que una muerte, a que el sello fuera revertido y entonces fuera el prisionero del Nanabi.
Me retuvieron una semana más. Por supuesto, en contra de mi voluntad. Todavía no me explico como Yamauchi no recurrió a la violencia. Cada día le suplicaba que me dejase marchar y cada día tenía tiempo para atenderme y decirme que tenía que sanar antes de poder partir de regreso a la aldea. Tenía ganas de volver a ver a mi madre, a Juro, a los demás... de tener una audiencia con Kenzou-sama. Y al final llegaría el ansiado momento.
— Muchas gracias por todo, Yamauchi-dono. Ha sido usted como una madre estos días, se lo agradezco. Dele las gracias a Gyou-sama también, por favor. La verdad es que lamento profundamente todo lo ocurrido
Por respuesta recibí una reverencia que explicaba muchas cosas. Tras ello puse rumbo al norte, siempre al norte...
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa