1/02/2020, 01:02
Hana no iba a tener un buen día. Hacía un par de horas que había amanecido y, sin embargo, seguía en casa. Normalmente, aprovechaba la primera hora para salir a comprar y a hacer los recados antes de que se levantase toda la villa y fuese imposible pasearse con calma por las calles, entre los niños, los trabajadores con prisas y los clientes de las propias tiendas, era una locura. Sin embargo, aquel día había tenido que dejar sus buenas costumbres a un lado y quedarse plantada en casa, sentada en el sillón de su salón, completamente vestida como si fuese a salir, esperando.
Esperando a su sensei. En otras circunstancias hubiese estado normal, sin una opinión a favor ni en contra, pero no le gustaban las circunstancias que se habían dado. Su tutor no se había dignado ni a consultarle si quería un sensei, ni siquiera le había dado la opción de saber a qué aplicarse. Vale, había probado el Kenjutsu y no había cuajado, no es como que solo hubiese dos ramas de artes ninja por las que decidirse. Isao ni se lo planteó. En cuanto vio que la kunoichi dudaba, preguntó a sus antiguos maestros de la Academia qué se le daba mejor. Obviamente, le dijeron que era una natural con el Ninjutsu Elemental, pero a él no le interesaba amplificar lo que a ella ya se le daba bien por sí misma, quería que Hana tuviese más opciones. Así que pidió que le dijesen una facultad que se le pudiese dar bien, en el caso de que se aplicase.
La indignación de Hana tuvo que ser palpable, porque enseguida soltó la gran frase de adulto: "Cuando seas mayor me lo agradecerás". Podría haberle pedido SU opinión al respecto. ¡No era una niña! ¡Podía tomar decisiones! Y ya la gota que colmó el vaso fue cuando el día anterior le llegó una carta diciendo que su sensei se presentaría en su casa esa mañana. El muy vago ni siquiera se dignaba a dar la cara.
Ni siquiera le preguntó a ella el porqué no había aprendido Fuinjutsu, cuando tan bien se le daba sobre el papel.
Hana chasqueó la lengua, aún enfurruñada. Estaba sentada con los brazos cruzados y las piernas cruzadas, mirando la puerta con el ceño fruncido. Todo aquello era soberanamente injusto.
Esperando a su sensei. En otras circunstancias hubiese estado normal, sin una opinión a favor ni en contra, pero no le gustaban las circunstancias que se habían dado. Su tutor no se había dignado ni a consultarle si quería un sensei, ni siquiera le había dado la opción de saber a qué aplicarse. Vale, había probado el Kenjutsu y no había cuajado, no es como que solo hubiese dos ramas de artes ninja por las que decidirse. Isao ni se lo planteó. En cuanto vio que la kunoichi dudaba, preguntó a sus antiguos maestros de la Academia qué se le daba mejor. Obviamente, le dijeron que era una natural con el Ninjutsu Elemental, pero a él no le interesaba amplificar lo que a ella ya se le daba bien por sí misma, quería que Hana tuviese más opciones. Así que pidió que le dijesen una facultad que se le pudiese dar bien, en el caso de que se aplicase.
La indignación de Hana tuvo que ser palpable, porque enseguida soltó la gran frase de adulto: "Cuando seas mayor me lo agradecerás". Podría haberle pedido SU opinión al respecto. ¡No era una niña! ¡Podía tomar decisiones! Y ya la gota que colmó el vaso fue cuando el día anterior le llegó una carta diciendo que su sensei se presentaría en su casa esa mañana. El muy vago ni siquiera se dignaba a dar la cara.
Ni siquiera le preguntó a ella el porqué no había aprendido Fuinjutsu, cuando tan bien se le daba sobre el papel.
Hana chasqueó la lengua, aún enfurruñada. Estaba sentada con los brazos cruzados y las piernas cruzadas, mirando la puerta con el ceño fruncido. Todo aquello era soberanamente injusto.