1/02/2020, 11:21
La casa de Hana era un bajo y lo que no le faltaban eran ventanas por las que pudiese entrar cualquier malandrín o pudiese la residente de la casa cotillear quien estaba en la puerta. Se asomó por el borde de la ventana, aprovechando la cortina blanca para no ser descubierta y casi se le cayó la lengua al suelo de incredulidad.
Ante su puerta estaba plantada una chica, pelirroja, del pelirrojo famoso por toda la villa, con una plaquita dorada en el brazo. De pronto, Hana sintió que se le iba toda la sangre del cuerpo. No, no era posible. Su sensei, ¿una Uzumaki Jounin? ¿Y ahora qué hacía?
Por suerte, a diferencia del resto de ninjas que había conocido a lo largo de su breve vida como genin, esta kunoichi era apenas un par de centimetros más alta que ella. Podría mirarla casi de frente, lo cual era un alivio para el cuello de la rubia.
Vale, tenía que dejar de espiar desde la ventana y abrir la puerta. Con confianza. Aunque fuese su superior más superior posible, teniendo por encima solo al propio Uzukage. Tragó saliva y se atragantó, teniendo que toser varias veces para recuperar la respiración. No podía hacer menos el ridículo ni en su propia casa. Por suerte, casi morirse, irónicamente, le había devuelto el color a su rostro, aunque fuese del sofoco de la casi muerte.
Abrió la puerta lentamente una vez pudo respirar, hasta que estuvo abierta de par en par y alzó la mano derecha, visiblemente nerviosa.
— ho... hola... — murmuró la joven genin.
¿Por qué estaba tan nerviosa? Ya había visto Jounins, había hablado con Jounins e incluso se había discutido con algún profesor que, efectivamente, era Jounin. Tenía que ser porque era Uzumaki, como Shiona-sama, o porque tenía miedo a que la considerase indigna de su tutelaje. Sería como fallarle a Shiona-sama, por quien Hana sentía una profunda admiración, incluso tras su fallecimiento.
Ante su puerta estaba plantada una chica, pelirroja, del pelirrojo famoso por toda la villa, con una plaquita dorada en el brazo. De pronto, Hana sintió que se le iba toda la sangre del cuerpo. No, no era posible. Su sensei, ¿una Uzumaki Jounin? ¿Y ahora qué hacía?
Por suerte, a diferencia del resto de ninjas que había conocido a lo largo de su breve vida como genin, esta kunoichi era apenas un par de centimetros más alta que ella. Podría mirarla casi de frente, lo cual era un alivio para el cuello de la rubia.
Vale, tenía que dejar de espiar desde la ventana y abrir la puerta. Con confianza. Aunque fuese su superior más superior posible, teniendo por encima solo al propio Uzukage. Tragó saliva y se atragantó, teniendo que toser varias veces para recuperar la respiración. No podía hacer menos el ridículo ni en su propia casa. Por suerte, casi morirse, irónicamente, le había devuelto el color a su rostro, aunque fuese del sofoco de la casi muerte.
Abrió la puerta lentamente una vez pudo respirar, hasta que estuvo abierta de par en par y alzó la mano derecha, visiblemente nerviosa.
— ho... hola... — murmuró la joven genin.
¿Por qué estaba tan nerviosa? Ya había visto Jounins, había hablado con Jounins e incluso se había discutido con algún profesor que, efectivamente, era Jounin. Tenía que ser porque era Uzumaki, como Shiona-sama, o porque tenía miedo a que la considerase indigna de su tutelaje. Sería como fallarle a Shiona-sama, por quien Hana sentía una profunda admiración, incluso tras su fallecimiento.