2/02/2020, 16:07
Yamato asintió ante la petición de Karamaru. Se dio media vuelta, se alisó el impoluto uniforme de tela blanca nacarada, se pasó ambas manos por el pelo engominado para asegurarse de que no había ningún cabello rebelde, y salió de la habitación. Momentos después ingresó la siguiente y penúltima en la fila: la cocinera Sakura.
Sakura era una tipa grande; ese sería el primer adjetivo que venía a la cabeza cuando uno la veía. De brazos fuertes como yunques, tronco de roble y mirada simple. Vestía con un uniforme del mismo color que el del resto del servicio, pero al que incorporaba un delantal algo manchado y una cofia que le servía para recoger su pelo castaño.
Al entrar, se quedó mirando a los dos genin con cara de no entender nada, y luego a la silla que había frente a ella.
—¿Me puedo sentar?
Sakura era una tipa grande; ese sería el primer adjetivo que venía a la cabeza cuando uno la veía. De brazos fuertes como yunques, tronco de roble y mirada simple. Vestía con un uniforme del mismo color que el del resto del servicio, pero al que incorporaba un delantal algo manchado y una cofia que le servía para recoger su pelo castaño.
Al entrar, se quedó mirando a los dos genin con cara de no entender nada, y luego a la silla que había frente a ella.
—¿Me puedo sentar?