5/02/2020, 16:14
Todo empezó con una misión. En el Bosque de la Hoja, por culpa de unos bandidos de poca monta que asaltaban a comerciantes y viajeros. Uchiha Datsue había sido llamado para encontrarlos, atraparlos o matarlos. No necesariamente por ese orden. Ni tan siquiera debía cumplir las tres. En su lugar, podía ser él el encontrado, como fue el caso. Haciéndose pasar por un pequeño ricachón desprovisto de guardia. Un cebo de lo más suculento. Un cebo que picaron.
Pero en esta historia, esa aventura carece de importancia. Como ya se dijo, todo empezó con una misión. Datsue debía abandonar la Villa por al menos una semana, y ni Nabi ni Eri podían quedarse al cargo de Datsuse. Con todo el dolor del corazón, al Uchiha no le quedó más remedio que encargar una misión a algún novato recién salido de la academia. No es que le importase que su perro quedase con un desconocido, lo que le jodía era tener que pagar por ello.
No llegó a conocer al genin en cuestión, pero dejó instrucciones muy específicas. A Datsuse había que sacarle a pasear por la playa a las nueve de la mañana, hora en la que ambos solían salir a correr por la arena. Luego, había que dejarle en casa —Datsue había facilitado unas llaves para el acceso a la vivienda—, y rellenar el comedero y el bebedero. A la una del mediodía, a Datsuse había que sacarle a pasear de nuevo, concretamente por el Parque Rojo. Allí debía dejarle correr libre por el parque, y dejar que campara a sus anchas con su tropa: cuatro perros de distintas razas que solían acudir con sus dueños al parque a esa hora. Datsuse era el capo de todos ellos, el dominante, y llevaba muy mal que nadie le molestase mientras hacía de las suyas.
Más tarde, tras dejarle nuevamente en casa con algo que comer y beber, el genin debía regresar a las siete de la tarde y dar un último paseo por el Jardín de los Cerezos. Allí Datsuse tenía una cita con una perra. Llevaba muy mal llegar tarde o con prisas, así que era de máximo menester ser puntual. Finalmente, a la vuelta, el genin debía acicalar a Datsuse con un cepillo dejado por el Uchiha y dejarle nuevamente algo de comer y beber.
El Mizuyōbi, además, Datsuse debía acudir a una peluquería canina. El perro era muy estricto en temas de pelaje, y necesitaba ir cada semana a que le dejasen las medidas correctas.
—Ah, ya debe de quedar poco —se dijo el Uchiha, subido al tejado de su vivienda. Utilizaba el Meisaigakure no Jutsu para pasar desapercibido a ojos mortales, y su plan era sencillo: comprobar de primera mano que el genin hubiese estado cuidando de Datsuse correctamente todo aquel tiempo.
Había llegado un día antes de lo previsto, y eran las ocho de la tarde…
Pero en esta historia, esa aventura carece de importancia. Como ya se dijo, todo empezó con una misión. Datsue debía abandonar la Villa por al menos una semana, y ni Nabi ni Eri podían quedarse al cargo de Datsuse. Con todo el dolor del corazón, al Uchiha no le quedó más remedio que encargar una misión a algún novato recién salido de la academia. No es que le importase que su perro quedase con un desconocido, lo que le jodía era tener que pagar por ello.
No llegó a conocer al genin en cuestión, pero dejó instrucciones muy específicas. A Datsuse había que sacarle a pasear por la playa a las nueve de la mañana, hora en la que ambos solían salir a correr por la arena. Luego, había que dejarle en casa —Datsue había facilitado unas llaves para el acceso a la vivienda—, y rellenar el comedero y el bebedero. A la una del mediodía, a Datsuse había que sacarle a pasear de nuevo, concretamente por el Parque Rojo. Allí debía dejarle correr libre por el parque, y dejar que campara a sus anchas con su tropa: cuatro perros de distintas razas que solían acudir con sus dueños al parque a esa hora. Datsuse era el capo de todos ellos, el dominante, y llevaba muy mal que nadie le molestase mientras hacía de las suyas.
Más tarde, tras dejarle nuevamente en casa con algo que comer y beber, el genin debía regresar a las siete de la tarde y dar un último paseo por el Jardín de los Cerezos. Allí Datsuse tenía una cita con una perra. Llevaba muy mal llegar tarde o con prisas, así que era de máximo menester ser puntual. Finalmente, a la vuelta, el genin debía acicalar a Datsuse con un cepillo dejado por el Uchiha y dejarle nuevamente algo de comer y beber.
El Mizuyōbi, además, Datsuse debía acudir a una peluquería canina. El perro era muy estricto en temas de pelaje, y necesitaba ir cada semana a que le dejasen las medidas correctas.
—Ah, ya debe de quedar poco —se dijo el Uchiha, subido al tejado de su vivienda. Utilizaba el Meisaigakure no Jutsu para pasar desapercibido a ojos mortales, y su plan era sencillo: comprobar de primera mano que el genin hubiese estado cuidando de Datsuse correctamente todo aquel tiempo.
Había llegado un día antes de lo previsto, y eran las ocho de la tarde…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado