11/02/2020, 19:07
Tras saltar un pequeño río y sortear unas cuantas ramas para no comer hojas al puro estilo kusajin, llegaron donde el chillido había resonado: bajo un árbol estaba un precioso can de ojos azules herido por todo su cuerpo y con sangre bajando desde sus dientes. Eri ahogó un grito de horror al encontrarse con un animal tan majestuoso demacrado por algo.
— ¡Mira, Eri-san!
—Es horrible... —murmuró ella, acercándose con cautela al animal herido. No podía permitir que se precipitara e hiciera algo imprudente que los condenase a ellos también, pero necesitaban tratar a aquel pobre animal lo antes posible—. Yota-san, tenemos que hacer algo —urgió, acercándose.
— ¡Mira, Eri-san!
—Es horrible... —murmuró ella, acercándose con cautela al animal herido. No podía permitir que se precipitara e hiciera algo imprudente que los condenase a ellos también, pero necesitaban tratar a aquel pobre animal lo antes posible—. Yota-san, tenemos que hacer algo —urgió, acercándose.