13/02/2020, 17:12
—Acompáñame y vamos a verla, está en la sala de espera
Hana solo asintió, dejándose arrastrar por la mujer mientras miraba a todas partes como si esperase que en cualquier momento le saltase una emboscada. Tras un pequeño paseo de lo más angustioso para la rubia, llegaron a la sala de espera, donde las esperaba Eri, tumbada sobre dos asientos.
Al ver a la genin se alarmó y ésta se alarmó de que su sensei se alarmase, porque tal y como la vio se tiró al suelo.
—¡Hana! —
— ¡Eri-sensei! — llamó la muchacha al mismo tiempo que se acercaba a la Uzumaki y se agachaba a ayudarla.
— ¡Lo siento mucho! ¡Fue culpa de ese imbécil que tengo por hermano!
Negó rápidamente con la cabeza.
— N-no pasa nada, E-Eri-sensei. Tú... ¿estás bien? Sí ¿no? No te vas a... a... — la palabra no salía de su garganta, ni siquiera de su cabeza, era una estupidez, claro que estaba bien.
Pero los ojos se le humedecieron a velocidades vertiginosas, apretó la mandibula, aguantándose el torbellino de sentimientos en el interior. Era una kunoichi, fuerte e independiente, no iba a llorar. Sentada en el suelo, al lado de Eri, la miraba a través de los ojos aguados. No quería perder a nadie más y estar ahí le hacía recordar lo que ya era tarde para no perder, lo que ya había perdido.
— No... no quiero que te pase nada, y menos por mi culpa. Lo siento, Eri-sensei.
Seguramente había sido porque llegaba tarde, y ella quejandose mentalmente de su impuntualidad. ¿Y si llega a pasar algo grave?
Hana solo asintió, dejándose arrastrar por la mujer mientras miraba a todas partes como si esperase que en cualquier momento le saltase una emboscada. Tras un pequeño paseo de lo más angustioso para la rubia, llegaron a la sala de espera, donde las esperaba Eri, tumbada sobre dos asientos.
Al ver a la genin se alarmó y ésta se alarmó de que su sensei se alarmase, porque tal y como la vio se tiró al suelo.
—¡Hana! —
— ¡Eri-sensei! — llamó la muchacha al mismo tiempo que se acercaba a la Uzumaki y se agachaba a ayudarla.
— ¡Lo siento mucho! ¡Fue culpa de ese imbécil que tengo por hermano!
Negó rápidamente con la cabeza.
— N-no pasa nada, E-Eri-sensei. Tú... ¿estás bien? Sí ¿no? No te vas a... a... — la palabra no salía de su garganta, ni siquiera de su cabeza, era una estupidez, claro que estaba bien.
Pero los ojos se le humedecieron a velocidades vertiginosas, apretó la mandibula, aguantándose el torbellino de sentimientos en el interior. Era una kunoichi, fuerte e independiente, no iba a llorar. Sentada en el suelo, al lado de Eri, la miraba a través de los ojos aguados. No quería perder a nadie más y estar ahí le hacía recordar lo que ya era tarde para no perder, lo que ya había perdido.
— No... no quiero que te pase nada, y menos por mi culpa. Lo siento, Eri-sensei.
Seguramente había sido porque llegaba tarde, y ella quejandose mentalmente de su impuntualidad. ¿Y si llega a pasar algo grave?