14/02/2020, 21:47
(Última modificación: 14/02/2020, 21:50 por Uzumaki Eri. Editado 2 veces en total.)
— No me parece mala idea.
Eri sonrió, y Ryuu asintió felizmente.
Tardaron unos cuarenta y cinco minutos en llegar al sitio en cuestión, siendo guiados por Ryuu quien no había vuelto a abrir la boca en todo el trayecto. Eri le comentaba nimiedades a Hana, como que pronto llegaría la primavera o que el Jardín de los Cerezos comenzaba a ponerse en flor.
—¿Irás al festival? —preguntó de forma casual, sin querer entrar en detalles con su hermano cerca.
Su relación se había vuelto algo fría desde que Ryuu descubrió la ruptura de los dos shinobi, así que simplemente se dedicaba a velar por el bienestar de su hermana menor que cada vez soportaba menos aquellos arranques de fraternidad que tenía su hermano.
—¡Yamamoto! —saludó pasando al pequeño restaurante donde se dirigían.
Cuando entrase Hana vería un local de aspecto tradicional con puertas correderas y motivos orientales en las paredes. El suelo, de caoba, pronto se convertía en un tatami donde iban apareciendo mesitas con cojines a los lados. A la derecha, una gran barra con asientos más grandes.
—¡Hombre, Ryuusuke! —saludó el susodicho, dándose la vuelta. Era un hombre calvo, con un paño atado a la cabeza y una sonrisa bonachona. Un par de manchas adornaban su uniforme—. ¿Lo de siempre?
—No, no, hoy vengo de guía, te dejo a mi hermana Eri, ¿la recuerdas? —preguntó, señalándola—. Y a su pupila, Hana-chan —señaló a la rubia—. Todo lo que pidan correrá de mi cuenta, ¿vale?
—¡Vale, hijo, sabes que siempre serás bienvenido! —dijo antes de que se fuera al Uzumaki mayor, dejando a ambas kunoichi solas—. ¿Qué os pongo, señoritas? Si queréis ocupad una mesa doble de ahí al fondo, ahora os voy a tomar nota, ¡tomad las cartas! —les tendió dos papeles plastificados.
Eri las tomó y asintió, guiando a Hana hasta el lugar indicado.
—¿Tú qué quieres?
Eri sonrió, y Ryuu asintió felizmente.
• • •
Tardaron unos cuarenta y cinco minutos en llegar al sitio en cuestión, siendo guiados por Ryuu quien no había vuelto a abrir la boca en todo el trayecto. Eri le comentaba nimiedades a Hana, como que pronto llegaría la primavera o que el Jardín de los Cerezos comenzaba a ponerse en flor.
—¿Irás al festival? —preguntó de forma casual, sin querer entrar en detalles con su hermano cerca.
Su relación se había vuelto algo fría desde que Ryuu descubrió la ruptura de los dos shinobi, así que simplemente se dedicaba a velar por el bienestar de su hermana menor que cada vez soportaba menos aquellos arranques de fraternidad que tenía su hermano.
—¡Yamamoto! —saludó pasando al pequeño restaurante donde se dirigían.
Cuando entrase Hana vería un local de aspecto tradicional con puertas correderas y motivos orientales en las paredes. El suelo, de caoba, pronto se convertía en un tatami donde iban apareciendo mesitas con cojines a los lados. A la derecha, una gran barra con asientos más grandes.
—¡Hombre, Ryuusuke! —saludó el susodicho, dándose la vuelta. Era un hombre calvo, con un paño atado a la cabeza y una sonrisa bonachona. Un par de manchas adornaban su uniforme—. ¿Lo de siempre?
—No, no, hoy vengo de guía, te dejo a mi hermana Eri, ¿la recuerdas? —preguntó, señalándola—. Y a su pupila, Hana-chan —señaló a la rubia—. Todo lo que pidan correrá de mi cuenta, ¿vale?
—¡Vale, hijo, sabes que siempre serás bienvenido! —dijo antes de que se fuera al Uzumaki mayor, dejando a ambas kunoichi solas—. ¿Qué os pongo, señoritas? Si queréis ocupad una mesa doble de ahí al fondo, ahora os voy a tomar nota, ¡tomad las cartas! —les tendió dos papeles plastificados.
Eri las tomó y asintió, guiando a Hana hasta el lugar indicado.
—¿Tú qué quieres?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)