20/12/2015, 21:39
Hacía varios días que no se encontraba en su casa. Ni siquiera cerca. Sus andanzas por su país de origen y sus ansías de conocimiento lo habían llevado por primera vez a la ciudad de Shinogi-To. Lugar, que como en casi todo el país, que se convertía en lúgubre por sus eternas lluvias e implacables nubes. Fue de acá para allá en la ciudad, con su túnica negra y su sombrero cónico de paja. Recorrió tabernas y pequeños locales. Paso cerca de la gran casa del señor feudal solamente para dar un pequeño vistazo e irse sin más. Era una ciudad grande, pero con el tiempo, monótona. Había residido pocos días en un hotel para preparar la partida sin ningún sobresalto en su viaje. Por suerte.
Su pequeña mochila marrón y cuadrada ya ocupaba su habitual lugar en la espalda del shinobi, sobre su túnica negra, y el calvo salía de las puertas de la ciudad para entrar, nuevamente, en los largos campos embarrados del País de la Tormenta. Las cosas se encontraban cerca, poco tiempo de viaje, pero una caminata larga. Seguramente iba a tener que parar en algún lugar a descansar y a alimentarse.
Sin encuentros con seres humanos, varias horas habían pasado, largas horas. Estaba aburrido de su pasada por Shinogi-To y le faltaba bastante para volver a casa. Pero la fortuna le sonreía, o tal vez no, al ver unos edificios altos en el horizonte.
«¿Ya estoy llegando? ¿Tan pronto?» pensaba sorprendido.
Pero al acelerar el paso emocionado de una rica comida caliente en sus aposentos y al acercarse más y más, se dio cuenta que esa no era su ciudad. Edificios destruidos se alzaban frente, al lado de unas calles donde ningún alma se asomaba a ver la lluvia. Curioso, muy curioso. La curiosidad de Karamaru lo motivó, con un poco de timidez, a caminar esos terrenos fantasmales. Casa destruidas, luces rotas, y nadie a quien poder hablarle.
Hasta que vio algo, un pequeño punto negro sobre un edificio al final de la calle. ¿Qué era eso? ¿Era una persona? Estaban casi enfrentados, una a cada punta de la cuadra. El pelado no sabía que sentir, ¿Miedo? ¿Alegría?. Poco a poco se iba acercando, lentamente, viendo fijamente lo que fuera que sea eso.
Su pequeña mochila marrón y cuadrada ya ocupaba su habitual lugar en la espalda del shinobi, sobre su túnica negra, y el calvo salía de las puertas de la ciudad para entrar, nuevamente, en los largos campos embarrados del País de la Tormenta. Las cosas se encontraban cerca, poco tiempo de viaje, pero una caminata larga. Seguramente iba a tener que parar en algún lugar a descansar y a alimentarse.
Sin encuentros con seres humanos, varias horas habían pasado, largas horas. Estaba aburrido de su pasada por Shinogi-To y le faltaba bastante para volver a casa. Pero la fortuna le sonreía, o tal vez no, al ver unos edificios altos en el horizonte.
«¿Ya estoy llegando? ¿Tan pronto?» pensaba sorprendido.
Pero al acelerar el paso emocionado de una rica comida caliente en sus aposentos y al acercarse más y más, se dio cuenta que esa no era su ciudad. Edificios destruidos se alzaban frente, al lado de unas calles donde ningún alma se asomaba a ver la lluvia. Curioso, muy curioso. La curiosidad de Karamaru lo motivó, con un poco de timidez, a caminar esos terrenos fantasmales. Casa destruidas, luces rotas, y nadie a quien poder hablarle.
Hasta que vio algo, un pequeño punto negro sobre un edificio al final de la calle. ¿Qué era eso? ¿Era una persona? Estaban casi enfrentados, una a cada punta de la cuadra. El pelado no sabía que sentir, ¿Miedo? ¿Alegría?. Poco a poco se iba acercando, lentamente, viendo fijamente lo que fuera que sea eso.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘