20/12/2015, 22:03
En mitad de la urbe de sepulcral silencio, llamar la atención no era para nada complicado. Su posición era claramente comprometida, pero así como era visible, el resto lo era también. No era muy complicado descubrir un movimiento en mitad de tanta ausencia del mismo. Alguien se acercaba, e igual que había sido visto, de seguro éste le había visto también.
El albino alzó la vista, desde la altura observó que se trataba de una persona con ropajes oscuros, y un sombrero de paja. Curiosas vestimentas las del recién llegado... ¿Sería la chica? No, definitivamente no. Ajustando un poco la vista, sus pectorales no asomaban a ver nada femeninos. No pudo evitar un suspiro, la decepción no le abandonaba. Lejos de perder la compostura, no dejó caer su cuaderno, lo contuvo entre sus manos por el momento, así como el pincel. A su diestra, un bote repleto de tinta azul reposaba.
Cuando las distancias fueran mas que tangibles, el albino quedaría observando al susodicho con un poco mas de descaro. Desde la penumbra de su capucha, sus ojos no lo habían dejado de lado igualmente.
—Viajero, viajero... ¿Qué te trae por esta ciudad maldita?— Espetó sin tapujo.
Conservando sus aires de tétrica apariencia, el chico se mantuvo en una posición elevada, calmada y para nada agresiva. Ni buscaba el conflicto, ni lo rehusaría... Quizás ésta persona le sirviese para jugar, al menos por un rato. Los humanos son taaaan frágiles...
El albino alzó la vista, desde la altura observó que se trataba de una persona con ropajes oscuros, y un sombrero de paja. Curiosas vestimentas las del recién llegado... ¿Sería la chica? No, definitivamente no. Ajustando un poco la vista, sus pectorales no asomaban a ver nada femeninos. No pudo evitar un suspiro, la decepción no le abandonaba. Lejos de perder la compostura, no dejó caer su cuaderno, lo contuvo entre sus manos por el momento, así como el pincel. A su diestra, un bote repleto de tinta azul reposaba.
Cuando las distancias fueran mas que tangibles, el albino quedaría observando al susodicho con un poco mas de descaro. Desde la penumbra de su capucha, sus ojos no lo habían dejado de lado igualmente.
—Viajero, viajero... ¿Qué te trae por esta ciudad maldita?— Espetó sin tapujo.
Conservando sus aires de tétrica apariencia, el chico se mantuvo en una posición elevada, calmada y para nada agresiva. Ni buscaba el conflicto, ni lo rehusaría... Quizás ésta persona le sirviese para jugar, al menos por un rato. Los humanos son taaaan frágiles...