8/03/2020, 01:44
El vago tomó a las cansadas el boleto con los ojos entrecerrados. lo tomó entre sus dedos y examinó el dibujito que tenía en él. ¿Siquiera tenía validez algo dibujado por una niña? La niña no estaba dispuesta a aceptar un no por respuesta y básicamente lo estaba comprometiendo a asistir sin derecho a quejarse por ello. ¿En qué momento se había metido en semejante embrollo? Continuó observando la carita sonriente y finalmente suspiró.
—Una comida no me resuelve la vida, pero con que no me duela la panza una noche supongo estará bien — Se guardó el improvisado cupón en uno de sus bolsillos. ¿Qué otra le quedaba? Lo último que necesitaba es que la niña regresara a rebuscarlo todos los días a su callejón para exigirle su presencia, que viendo lo terca que era, no dudaba en que haría una locura como esa.
—Oya oya, cuanta dedicación — Sonrió resignado. —Bueno, lo que sea...— El hombre pasó a tomar también el collar y las correas y trató de colocárselas al can, el cuál parecía algo reacio y temeroso ante la acción. —Tranquilo amigo, es por tu bien, si lastimas a alguien será peor para ti — Finalmente logró colocarle la correa.
»Ahhh bien, vamos.
Lejos de preguntarle a Ren por dirección alguna, el hombre parecía conocer perfectamente el camino hasta la zona del hospital. En el camino las miradas no tardaron en notarse. El perro parecía querer salir disparado a cada puesto de comida, pero rehuía cuando algunas personas volteaban a ver y terminaba ladrando. El hombre agachaba la cabeza, caminando casi jorobado para evitar vergüenza. No se sentia cómodo en lo absoluto y Ren podía notarlo perfectamente. A cada que el animal daba un tirón, el hombre tenía que halar para evitar que el perro huyese. Este patrón se repetiría hasta estar a la vuelta de la esquina del hospital. Los civiles miraban con extrañeza. ¿Como no hacerlo cuando una niña va acompañada de un sujeto de ropas raídas y un perro potencialmente peligroso? Sin embargo un shinobi que pasaba por ahí se detuvo. Estaba comiendo una hamburguesa mientras sostenía su paraguas con la otra mano; hasta que vio a aquel sujeto y soltó ambas, quedándose con la boca abierta.
—Una comida no me resuelve la vida, pero con que no me duela la panza una noche supongo estará bien — Se guardó el improvisado cupón en uno de sus bolsillos. ¿Qué otra le quedaba? Lo último que necesitaba es que la niña regresara a rebuscarlo todos los días a su callejón para exigirle su presencia, que viendo lo terca que era, no dudaba en que haría una locura como esa.
—Oya oya, cuanta dedicación — Sonrió resignado. —Bueno, lo que sea...— El hombre pasó a tomar también el collar y las correas y trató de colocárselas al can, el cuál parecía algo reacio y temeroso ante la acción. —Tranquilo amigo, es por tu bien, si lastimas a alguien será peor para ti — Finalmente logró colocarle la correa.
»Ahhh bien, vamos.
Lejos de preguntarle a Ren por dirección alguna, el hombre parecía conocer perfectamente el camino hasta la zona del hospital. En el camino las miradas no tardaron en notarse. El perro parecía querer salir disparado a cada puesto de comida, pero rehuía cuando algunas personas volteaban a ver y terminaba ladrando. El hombre agachaba la cabeza, caminando casi jorobado para evitar vergüenza. No se sentia cómodo en lo absoluto y Ren podía notarlo perfectamente. A cada que el animal daba un tirón, el hombre tenía que halar para evitar que el perro huyese. Este patrón se repetiría hasta estar a la vuelta de la esquina del hospital. Los civiles miraban con extrañeza. ¿Como no hacerlo cuando una niña va acompañada de un sujeto de ropas raídas y un perro potencialmente peligroso? Sin embargo un shinobi que pasaba por ahí se detuvo. Estaba comiendo una hamburguesa mientras sostenía su paraguas con la otra mano; hasta que vio a aquel sujeto y soltó ambas, quedándose con la boca abierta.