9/03/2020, 17:58
Desde hacía ya un tiempo, más o menos desde la entrada de la Primavera en Uzushiogakure cuando los rayos de sol calentaban lo suficiente para poder estar fuera sin abrigo, Eri había decidido salir a entrenar a las Costas del Remolino. El entreno no consistía más que en correr de un lado para otro de la playa cuando el sol ya había caído, así que no se toparía con mucha gente y si se tropezaba —cosa que había hecho más de una vez—, nadie se reiría de ella.
Recordaba una vez, el segundo día para ser más exactos; que estaba corriendo a eso del mediodía cuando un infante se acercó, dispuesto a retarla a una pequeña carrera. La Uzumaki, pese a las constantes negaciones que le dedicó, al final se vio forzada a aceptar el reto, y ambos comenzaron a correr. Intentó darle ventaja, pero sus piernas estaban empeñadas en ser más ágiles que las del niño que seguramente no llegaba a los diez años, cuando, de pronto, un traicionero castillo de arena se cruzó en su camino, logrando su derrota, su bochorno y las riñas de una madre con una niña llorando por su creación de arena.
Así que su decisión seguía en pie tras dos semanas de constante entreno de un lado hacia otro de la playa.
El problema que tenía con ese entrenamiento era que, siempre, siempre, pasaba por la casa de Datsue. A veces sentía la tentación de visitarle, porque llevaba demasiado tiempo sin verle, pero todavía no sabía cómo plantarle cara tras descubrir que Uchiha Akame seguía vivo y había ido tras su búsqueda todo aquel tiempo ausente de la villa. ¿Estaría enfadado con ella? Jamás lo descubriría si no se atrevía a llamar, y, por como estaba, la pequeña Uzumaki iba a morir cual cobarde antes de pagarle una visita a su mejor amigo.
«Mejor amigo, já.»
Daba gracias todavía de poder llamarle aún así.
De nuevo, aquel día, sus pies se habían detenido delante de la casa, pero no era capaz de llamar. Quería hablar con él y ponerse al día, pero no era capaz, y no entendía muchas veces el porqué.
Suspiró, sería un día largo.
Recordaba una vez, el segundo día para ser más exactos; que estaba corriendo a eso del mediodía cuando un infante se acercó, dispuesto a retarla a una pequeña carrera. La Uzumaki, pese a las constantes negaciones que le dedicó, al final se vio forzada a aceptar el reto, y ambos comenzaron a correr. Intentó darle ventaja, pero sus piernas estaban empeñadas en ser más ágiles que las del niño que seguramente no llegaba a los diez años, cuando, de pronto, un traicionero castillo de arena se cruzó en su camino, logrando su derrota, su bochorno y las riñas de una madre con una niña llorando por su creación de arena.
Así que su decisión seguía en pie tras dos semanas de constante entreno de un lado hacia otro de la playa.
El problema que tenía con ese entrenamiento era que, siempre, siempre, pasaba por la casa de Datsue. A veces sentía la tentación de visitarle, porque llevaba demasiado tiempo sin verle, pero todavía no sabía cómo plantarle cara tras descubrir que Uchiha Akame seguía vivo y había ido tras su búsqueda todo aquel tiempo ausente de la villa. ¿Estaría enfadado con ella? Jamás lo descubriría si no se atrevía a llamar, y, por como estaba, la pequeña Uzumaki iba a morir cual cobarde antes de pagarle una visita a su mejor amigo.
«Mejor amigo, já.»
Daba gracias todavía de poder llamarle aún así.
De nuevo, aquel día, sus pies se habían detenido delante de la casa, pero no era capaz de llamar. Quería hablar con él y ponerse al día, pero no era capaz, y no entendía muchas veces el porqué.
Suspiró, sería un día largo.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)