7/04/2020, 23:58
(Última modificación: 8/04/2020, 00:19 por King Roga. Editado 2 veces en total.)
La mesera se acercó con un contoneo de cadera, aunque milagrosamente sostenía recto el azafate pese a su sinuosa manera de andar. Se acercó hasta dónde el recién llegado y dejó la bebida justo delante del muchacho de cabellera larga negra.
—Aquí está — Ella se mostraba tan informal como el local en sí.
Le dedicó una mirada de recelo y arqueó una ceja. El tipo ciertamente actuaba bastante formal respecto a los demás visitantes que en su mayoría estaban eufóricos con la presentación. La mesera, muy perspicaz y veterana en aquel lugar tenía un toque para identificar a los clientes recurrentes y a quienes no, por lo que se permitió el lujo de hablar más allá de su rol laboral.
—Lamento si el ambiente está más disperso de lo habitual. Hoy se estaba realizando una fiesta que si bien no es privada, ha sido organizada específicamente por una persona. No es algo común pero ha de sentirse incómodo — Quiso alivianar su pena la muchacha.
Mientras tanto, cuando cesaron los aplausos y los vitoreos, el muchacho en el escenario tomó el micrófono para soltar un pequeño discurso.
—No es algo mío ponerme sentimental, pero al menos quiero agradecer a la vieja Karako por la party de esta noche — Señaló a la vieja fumadora.
Los aplausos no se hicieron esperar y las miradas se dirigieron hasta la dueña y un gran aplauso resonó en el lugar, aunque eso no pareció quitarle la cara de apatía de aquella dama ya entrada en años.
—Diría que la fiesta no se acaba hasta que salga el sol, pero aquí en Ame eso casi nunca pasa así que... ¡Hasta dónde el cuerpo aguante! — Levantó el puño en alto.
El muchacho tiró de la correa de la guitarra y se la dejó colgando de la espalda. Entonces pegó un brinco desde la tarima y aterrizó con gallardía, caminando hasta dónde estaba la mesera pero ignorando al muchacho al que había estado atendiendo hasta hace unos momentos. El mocoso sacó de sus bolsillos un encendedor y un cigarro. ¿Fumando a su edad? Bueno, nadie de los ahí presentes parecía querer llevarle la contraria.
—Tráeme lo de siempre — Le dijo a la mesera mientras encendía el tabaco y daba una calada tirando el humo al aire.
—Hablando del invitado de honor... ¿No vas a pedir nada especial?— Se volteó hasta el niño que claramente era de baja estatura.
—No se me antoja nada— Movió la boca mientras un poco de ceniza caía al suelo.
—Como quieras — se resignó y la muchacha se viró hasta la cocina.
—Aquí está — Ella se mostraba tan informal como el local en sí.
Le dedicó una mirada de recelo y arqueó una ceja. El tipo ciertamente actuaba bastante formal respecto a los demás visitantes que en su mayoría estaban eufóricos con la presentación. La mesera, muy perspicaz y veterana en aquel lugar tenía un toque para identificar a los clientes recurrentes y a quienes no, por lo que se permitió el lujo de hablar más allá de su rol laboral.
—Lamento si el ambiente está más disperso de lo habitual. Hoy se estaba realizando una fiesta que si bien no es privada, ha sido organizada específicamente por una persona. No es algo común pero ha de sentirse incómodo — Quiso alivianar su pena la muchacha.
Mientras tanto, cuando cesaron los aplausos y los vitoreos, el muchacho en el escenario tomó el micrófono para soltar un pequeño discurso.
—No es algo mío ponerme sentimental, pero al menos quiero agradecer a la vieja Karako por la party de esta noche — Señaló a la vieja fumadora.
Los aplausos no se hicieron esperar y las miradas se dirigieron hasta la dueña y un gran aplauso resonó en el lugar, aunque eso no pareció quitarle la cara de apatía de aquella dama ya entrada en años.
—Diría que la fiesta no se acaba hasta que salga el sol, pero aquí en Ame eso casi nunca pasa así que... ¡Hasta dónde el cuerpo aguante! — Levantó el puño en alto.
El muchacho tiró de la correa de la guitarra y se la dejó colgando de la espalda. Entonces pegó un brinco desde la tarima y aterrizó con gallardía, caminando hasta dónde estaba la mesera pero ignorando al muchacho al que había estado atendiendo hasta hace unos momentos. El mocoso sacó de sus bolsillos un encendedor y un cigarro. ¿Fumando a su edad? Bueno, nadie de los ahí presentes parecía querer llevarle la contraria.
—Tráeme lo de siempre — Le dijo a la mesera mientras encendía el tabaco y daba una calada tirando el humo al aire.
—Hablando del invitado de honor... ¿No vas a pedir nada especial?— Se volteó hasta el niño que claramente era de baja estatura.
—No se me antoja nada— Movió la boca mientras un poco de ceniza caía al suelo.
—Como quieras — se resignó y la muchacha se viró hasta la cocina.