Manos manchadas

[Sasaki Reiji]

—¡JIA JIA JIA! Oh, no, no. Una bijūdama sería demasiado fácil, demasiado rápido. No habría música en forma de chillidos, no habría carmesí pintando el verde. ¿Dónde estaría ahí la diversión? ¡JAAAAJIAJIAJIAJIÁ!

Shukaku era bastante mas siniestro que Kokuō, pero por lo menos, de momento no me había hecho ver mi vida pasar por delante de mí. Aun recordaba al Bijuu cabreado cuando escucho lo de las vasijas de Kurama.

De cualquier modo, aunque se estuviera riendo, claro que de forma algo siniestra, no parecía estar bromeando como había hecho yo. Pero bueno, ese resentimiento hacia los Kusajin, en fin, podía entenderlo.

—Que no, coño. Mirad, si conocieseis a un Inuzuka como yo, sabríais que para ellos un perro es de todo menos una mascota. ¡Son sus compañeros! ¡Sus amigos! ¡Sus almas gemelas! —Pero un perro, al fin y al cabo. Por suerte, no podía imaginarme a Shukaku ladrando con el cuerpo de Datsue.—. En fin, como sea. Y no, la otra vez no le escuchaste, Reiji, porque de aquella yo todavía no le había abierto los grilletes. Verás, ahora Shukaku es… libre.

—La verdad es que no entiendo mucho de Fuinjutsu, pero...¿A que te refieres con libre? ¿Puede salir de tu cuerpo cuando le apetezca e irse por ahí a dar una vuelta?